Burgos, Melilla...
Nada en la vida ocurre por un sólo motivo, sino por un determinado encadenamiento de ellos. Los recientes estallidos sociales en Burgos y en Melilla, tan disímiles en apariencia, tienen su origen en una diversidad de causas que, no obstante, se reconocen fácilmente, ambas, en el género de la frustración social.
Son las gotas que han colmado el vaso de la resignación de la gente
La oposición de los vecinos a la construcción de un bulevar y la discrepancia en la elección de los beneficiarios de un poco de empleo público eventual son, para la necesidad periodística de ofrecer una crónica de los sucesos lo más completa posible, las razones de las airadas y masivas protestas ciudadanas de estos días en Burgos y en Melilla, pero esas dos circunstancias no son sino las gotas que han colmado el vaso de la resignación de la gente ante lo que percibe, porque lo es, como atropello, ninguneo, abandono, insolencia, granujería y maltrato institucional.
A los muchos problemas de orden urbanístico, económico y social del barrio burgalés de El Gamonal, con una población de 60.000 habitantes, pretende el Ayuntamiento del PP responder con una de esas obras caras, de atrezzo, de beneficio casi exclusivo para las empresas adjudicatarias, que sarpulleron el país hasta dejar las arcas públicas en el estado en que hoy se ven: un bulevar que suprimiría varios carriles de circulación e innumerables plazas de aparcamiento, congestionando con ello más si cabe las calles adyacentes. La cosita moderna, los carriles-bici proyectados sin continuidad en el resto del mapa de la urbe, vendría a enmascarar lo que se pretende hacer debajo, un "parking" de pago, de unos tres millones de pesetas la plaza, para que se forre el concesionario.
Que esto, ocho millones de euros sobre el papel, que ya serían más con la cosa de los famosos sobreprecios, se pretenda hacer ahora, con la miseria que hay, y desoyendo absolutamente a los vecinos, radicalmente contrarios a semejante dispendio, no podía sino actuar como esa gota que desborda el colmado vaso del asco y de la indignación.
De Melilla, de sus barrios dejados de la mano de dios, de la mano de todos los dioses, ¿qué decir? ¿Qué de su urbanismo atroz, de su casi 50% de paro, de sus carencias de todo tipo, de su extrema pobreza, de su descontrol? En La Cañada y alrededores no se necesita gota ninguna para desbordar la frustración y el caos. Como, salvando las distancias formales, en El Gamonal. Como, si esto sigue así, en toda la nación.
Rafael Torres