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La fiesta del chivo

El chivo, por supuesto, no es el de la Legión que ayer desfiló por el centro de Madrid y que además era una coqueta cabrita llamada Golfa. El chivo tampoco es el dictador Trujillo que Mario Vargas Llosa retrató con primor. El chivo expiatorio, o la cabra que los dirigentes valencianos del PP van a tirar por el más alto campanario de la ciudad como ofrenda a don Mariano Rajoy, el de las calzas verdes, es el pobre de Ricardo Costa, el secretario general del PP valenciano, Rick para sus amigos con bigote, como Bogart en Casablanca, que ya quisiera el gato lamer ese plato.

Pobrecito, el hombre de los trajes gratis y a medida con los cuellos altos y desafiantes se fue al camino de Santiago para expiar sus pecados antes de subir al patíbulo del tribunal de aguas fecales valencianas que lo va a juzgar y condenar, a pesar de que sus jueces son tan pecadores o más que él.

En realidad, el tal Costa, hermano del otro, más enamoradizo, que desafío a Rajoy y al que Pedro J. calificó de ¡Bob Kennedy, español!, es un pardillo que regaló y se dejó regalar con 'el Bigotes', pero que nada pudo hacer, salvo recomendarlo, en contrataciones públicas con la banda de Correa o con los constructores de turno, porque el chivo Costa no estaba en el Gobierno de la Generalitat valenciana, a pesar de los esfuerzos de 'el bigotes' para que Camps lo hiciera ministrillo del lugar, a ser posible de obras públicas y festejos.

No deja de ser llamativo que los festejos del PP están en manos de los dos hermanos Costa, Ricardo y Juan, de Costa a Costa. Primero con Correa en los tiempos de Aznar y de Agag, trasladando luego el negocio a Valencia de las manos de 'el Bigotes', el que le buscaba el "Infiniti" con la tapicería de cuero negro al chivo Costa para que se estrellara; y ahora los festejos del PP los hace la compañera de cuerpo y alma de Juan Costa desde "Infinito", sociedad por donde merodean las terminales de Aguirre y Zaplana.

O sea, que al chivo Costa lo van a defenestrar "por tres meses", se dice por ahí, algo que no se entiende salvo que Camps esté a punto de adelantar las elecciones valencianas, atendiendo a la petición del PSOE y a su perentoria necesidad de llevar los trajes al tinte de las urnas, que sería lo normal. Algo es algo, aunque los tribunales sigan su camino, a no ser que las trampas de Garzón, que no son pocas ni muy pequeñas, acaben anulando el sumario, cosa que nadie, al día de hoy, puede descartar.

En realidad, el mayor enemigo del PP en el 'caso Gürtel' son los dirigentes del PP nacionales, de Valencia y Madrid. No lo han podido hacer peor unos y otros, mirándose de reojo, uniendo a esta guerra sus luchas de poder. Y todo ello con una estrategia política y mediática errática y desbordada por los publicistas fieros de Esperanza Aguirre -que viven a la sopa boba de la Comunidad de Madrid, y esperan ampliar su negocio con Caja Madrid-, la condesa escapista de Bombay que sin duda es el cáncer del PP, y la prueba de fuego de la autoridad de Rajoy, a quien casi todos los barones se le suben a las barbas.

El PP no sabe qué hacer con 'Gürtel'. Quieren matar al chivo Costa mientras protegen a Bárcenas en el Senado, ocultan en Génova a Jesús Sepúlveda, el ex sosias de Ana Mato, y luego quedan asombrados cuando Aguirre, para dejarlos en evidencia a todos, expulsa del grupo popular de la Asamblea de Madrid a sus imputados, que estuvieron calentando el escaño durante siete meses.

No importa, Rajoy está en lo de "ande yo caliente" en las encuestas del PP -que no en las suyas-, y "ríase la gente" de 'Gürtel' y todo lo demás. Pero si por un milagro de la política, que nadie puede descartar, Zapatero recupera aunque sea un punto en las encuestas, la caja de los truenos del PP estallará con una fuerza inusitada. Y esta posibilidad, que al día de hoy nadie ve ni se plantea, sigue viva y al acecho de cualquier movimiento en falso. Sobre todo porque la dirección nacional de los populares está jugando con Gürtel a la gallinita ciega y no sabe las sorpresas que todavía se puede llevar. No en vano en el punto de mira de los cazadores togados están, por un lado, la boda de Aznar, y, por el otro, cuentas secretas que algunos de sus ministros podría tener -al igual que algunos consejeros de Aguirre- en cierto paraíso fiscal.

La fiesta del chivo ha sido convocada para el día de hoy en Valencia, y si no se produce un milagro o indulto de última hora para el ninot trajeado, al pobrecillo de Costa lo van a sacrificar.

Marcello