sábado, mayo 4, 2024
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¿Engaño u obstinación?

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Solbes está advertido: aprobar unos Presupuestos Generales del Estado «desactualizados» en las cifras macroeconómicas -por el ejemplo, la tasa de crecimiento del PIB- puede constituir una obstinación, pero también un engaño como subrayó Rajoy. Y anunciar en diciembre, como ha hecho Rodríguez Zapatero, con la caída a plomo de todos los indicadores económicos, que en marzo o abril habrá una creación «intensa» de puestos de trabajo, puede ser igualmente un voluntarismo obstinado o un nuevo engaño. Nuevo -uno más- porque este Gobierno, en cuanto a la crisis se refiere, no es fiable. La negó primero, la minusvaloró después y la está tratando con una terapia que no da fruto porque el crédito y la liquidez no llegan al mercado, que está en parálisis. Las cifras de ventas de vehículos, la compra de viviendas y las de descenso del consumo cotidiano no dejan lugar a dudas. El Gobierno, con un cansino y cansado vicepresidente económico y con una vicepresidenta rebasada, se ha atrincherado en unos Presupuestos incumplibles, puramente especulativos y que niegan la realidad de la economía española y de su muy probable evolución negativa.

Tampoco se entiende que cuando el país va a entrar en una depresión -un grado más que la recesión- el Gobierno no se haya empleado en una operación de Estado: buscar el concurso de la mayoría de las fuerzas políticas en torno a los Presupuestos. Lejos de hacerlo, se ha aliado con el siempre impredecible PNV -¿está por medio el futuro Gobierno vasco?-, que es el partido menos solidario de la Cámara. Más aún, el Ejecutivo debe abrir de inmediato conversaciones para abordar la financiación autonómica -Montilla aprieta- sin que ésta se contemple en los mentados Presupuestos, de tal manera que la ley más estratégica del ejercicio se ha convertido, aun antes de su vigencia, en un texto superado e inservible.

Tan grave como esa obstinación -acaso un engaño político- es la persistencia del presidente en su afirmación de que no habrá recortes sociales entendiendo por tal el veto a una reforma a fondo de la normativa laboral. En un futuro muy cercano, Rodríguez Zapatero tampoco podrá mantener ese compromiso porque la recuperación del empleo empezará cuando los factores de rigidez de esa normativa -incrementos salariales vinculados a la inflación, precio del despido, renuencia a la movilidad, proscripción de la bilateralidad- decaigan como ya ha sucedido hace mucho tiempo en los países de nuestro entorno, que, sufriendo la misma crisis, no padecen sin embargo nuestras disparatadas tasas de desempleo.

Esa reforma laboral y la fiscal son inevitables, aunque seguramente este Gobierno carezca ya de solvencia y credibilidad para enfrentarse a ellas, luego de impulsar unos Presupuestos que cabalgan entre el engaño y la obstinación. Si en cualquier momento semejante actitud es grave, lo es más en esta coyuntura en la que el realismo y la transparencia son condiciones ineludibles ante una ciudadanía harta de simulaciones y tropelías.

José Antonio Zarzalejos

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