Benditos animales

Me había dado media vuelta en la cama, y en esos segundos de desvelo en la oscuridad me pareció tocar algo extraño. Tanteé a ciegas lo que imaginé como una especie de peluche, pero al momento percibí un olorcillo entre cacahuete y pan tostado, y después un calorcito que temblaba y, además, una bolita húmeda, y después…, ese sonido nuevo, como de sacudida acompañado de un tintineo. Encendí la luz y entonces recordé que era ella, Lena, esa perrita podenca que nos habían dejado y que pasaba la primera noche con nosotros. Y era ella la que estaba ahora allí, fijamente mirándome y apunto de lamerme la cara.
Por primera vez, empezaba a intuir que a mi esquema (ese que hacemos de la familia, de la casa, de las amistadas y de la vida), le faltaba ese punto de armonía, una especie de paz que ese ser de cuatro patas proporcionaba.
Creo que íbamos a empezar algo sin retorno…
Hasta aquí, supongo la esencia de lo que mucha gente debe sentir. Si no, nos se explica, lo que hoy han visto mis ojos. Todo ese variopinto mundo de seres vivos: me refiero a humanos y mascotas.
Anoten, por favor: Chipis, Cari, Cuqui, Niebla, Rayo, Luna…y no hablamos sólo de perros, ni sólo de animales, claro. Desvividos los unos, arropados con abrigos, lazos, gorritos, y cintas de colores los otros (y los unos); y para que quede algo que trascienda y se recuerde en sus vidas… esa bendición, como creencia, como costumbre o como tradición, para unos y otros, claro está. De un santo, San Antón, y a este paso de otro…Padre Ángel, menudo Mensajero.