Los tacones de Begoña Fernández-Castaño

Si Marilyn es el símbolo del arte pop de Andy Warhol, el sombrero para el de Úrculo y el cómic es el elemento identificativo de la pintura de Lichtenstein, los zapatos de tacón lo son, sin duda, para el original pop de Begoña Fernández-Castaño.
No nos llevemos a error, sin embargo, frivolizando en torno a este objeto consustancial al sexo femenino, perdón por lo políticamente incorrecta que pudiera resultar esta afirmación, pues los tacones en la producción de esta joven y a la vez consolidada pintora, tienen una razón de ser mucho más profunda y reivindicativa de lo que a priori se pudiera sospechar.
En efecto, como la autora ha referido en alguna ocasión, detrás de todo esto hay una leyenda... urbana, por supuesto. Estos zapatos no son sino el recuerdo de aquellas noches y madrugadas en la que los tacones se quebraban o se perdían en uno de los tantos agujeros y boquetes de las obras y modificaciones urbanas que durante años vienen asolando las calles de nuestro querido Madrid.
Una carrera para tomar un taxi luchando contra la jungla de asfalto, los vaivenes durante las compras navideñas, se convertían en el marco idóneo para tan fatídico desenlace, donde la caída de la mujer con todos sus recursos de varios centímetros daban paso a un tan donoso como sarcástico andar de exagerados contoneos, mientras la mano exhibía vergonzosamente la causa de tan singular baile.
En fin, estas son las consecuencias de los "Crimes of fashion", una interesante colección de grabados... Sí han leído bien, Begoña también hace grabados, técnica ésta cuya complejidad parece asustar a los creadores de los últimos tiempos y que, sin embargo, ella convierte en atractivas y atrayentes visiones nocturnas.
El tacón, por tanto, se transforma en un elemento tan irónico como divertido, propio de este pop femenino, un pop que, como en sus mejores tiempos, también halla préstamos en la historia del arte. ¿Cómo no recordar los guiños del futurismo italiano a la cronofotografía en "Pop midnight runners"?
Los personajes de Fernández-Castaño son anónimos, de ellas sólo vemos sus piernas y, por supuesto, los zapatos de tacón: ¿La propia autora? ¿El espectador? ¿Quizá una metáfora travestida de feminidad?
En definitiva un arte genial y divertido en un tiempo en que tanto se carece de humor, de fantasía y de genialidad. Una pintura de carácter con tantas sugerencias como vías de experimentación.
Y hablando de sugerencias, no dejen de leer la columna de Concha Carbajo, dedicada esta semana también a Begoña, una columna como siempre, y como no podía ser de otra manera, de altura... ¿con o sin tacones?
Javier García-Luengo