Se creen políticos pero son bandoleros
Esta mañana –casi madrugada- un mensaje en Twitter me ha hecho revolverme. Una persona se sentía "satisfecha" porque el "fango les llegaba hasta las orejas y había que frotarse las manos. Y atacar".
Todo lo que rodea a los "políticos" está impregnado de un profundo hedor a corrupción
Soy una militante de base que gobierno en un pueblo pequeño y hoy no es un día en el que me pueda sentir ni feliz ni satisfecha por más que la porquería parezca que se quedó en el edificio de los de "enfrente". Hoy es un mal día para un país que está en boca de todos porque todo lo que rodea a los "políticos" está impregnado de un profundo hedor a corrupción.
Me niego a hablar de la política como actor degradante de una situación como ésta. Si se demuestra esta contabilidad "B", estos "sobres", estos "sobresueldos", estos "pagos desaforados por artículos a un ente inexistente" estamos ante una cuadrilla de sinvergüenzas que amparados en unas siglas se han dedicado a almohadillar sus riñones a costa de la sangre, del sudor y las lágrimas del resto de las personas a las que, con una indecencia que roza el delito, pedimos esfuerzos. Pero eso no es política, no. Son bandoleros al abrigo de los recovecos de la democracia y la parsimonia insidiosa de la justicia.
Puedo decir que tengo amigos "de todos los colores" de los que me puedo sentir orgullosa porque sé que lo único que consiguen con una dedicación ejemplar a sus vecinos es tener más canas. Porque eso es lo normal. Porque nos comprometimos a ayudar, a mejorar, a no dejar a nadie en el camino. Y a mí me ha costado muchas lágrimas de impotencia por no poder llegar a ayudar a todo el que sé que lo necesita así que esto me produce una rabia y desazón muy difícil de explicar.
Yo pensaba esta mañana cómo se les puede mirar a la cara a aquellos ciudadanos a los que se les pide "esfuerzos" tales como elegir entre comer y sanar, dejar a hijos sin carrera universitaria porque hay que elegir entre vivir o estudiar, ancianos solos en sus casas porque la Dependencia es un lujo cuando quien los exigen no eran capaces de "vivir" con un sueldo de ministro. Y, por desgracia, no es una exageración.
Cómo se les puede mirar a la cara a aquellos ciudadanos a los que se les pide "esfuerzos"
Se cierran consultorios, se privatizan hospitales, de hace reventar los cimientos de la Ley de Dependencia, se imponen céntimos de todos los colores, subidas desaforadas de IVA, IRPF porque no hay dinero y, como en la peor de las repúblicas bananeras, resulta que las ingentes cantidades de dinero que pagan favores y desmanes sonrojantes y compran silencios ignominiosos forman una sociedad paralela cuya impudicia ya ha dado la vuelta a todo el mundo.
¡Basta ya! Es un grito de hartazgo y hastío pero también de compromiso personal para con la gente con la que me comprometí. No podemos permitir que la enfermedad nos gangrene cuando tenemos en nuestras manos la vacuna: tolerancia cero con la corrupción, con los malos hábitos, con las opacidades, la falta de rigor. La nuestra y la de los demás. Y ya basta de neolenguajes y eufemismos. En tiempos de Curro Jiménez esto sólo tenía un nombre: "bandolerismo".
No son siglas, ni ideas, ni colores ni sensibilidades. Son personas. Honestas y deshonestas. Lo que la política permitió derrumbar, la política tiene obligación de construir.
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