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La descolonización portuguesa

Pronto se cumplirán cuarenta años del 25 de abril, que inició la democracia en Portugal. Desde hace un par de años asistimos en el país a una cierta revisión nostálgica de las colonias. Las terribles guerras civiles y masacres que siguieron a la salida de los portugueses -sin comparación con las víctimas que causó en ambos lados la guerra colonial- hacen que se piense todo tiempo pasado fuera mejor, incluso para los nativos africanos. Se publican numerosos libros con viejas fotografías, arquitectura y urbanismo (modélicos en Luanda, Lourenço Marques y otras ciudades, dicho sea de paso), testimonios de retornados, novelas con ambiente de época.

La descolonización de Portugal no fue organizada, planeada, sino una auténtica desbandada

Un libro que va por la cuarta edición, significativamente, es el de Alexandra Marques, Secretos de la descolonización de Angola, en el que la historiadora pone el acento en todo lo que se ha ocultado de aquel proceso, que no fue descolonización sino simple transferencia de poder a los movimientos armados. Con las consecuencias que se conocen: guerra civil, masacres tribales, desastre ecológico, tragedia humana. En otro plano, hay que señalar la magnífica trilogía memorialística de Eugenio Lisboa, Lourenço Marques revisited, que marca otra visión, sin saudades ni quimeras, de aquel mundo calificado de manera simplista como colonial.

Portugal mantuvo su imperio, las colonias o Provincias de Ultramar en la terminología del Estado Novo de Salazar, mucho más tiempo que las demás potencias, “quizá debido a su propio atraso nacional más que a la dictadura salazarista”, como señaló con agudeza Hannah Arendt.

No hubo un imperialismo económico portugués porque no existía un capitalismo ni una burguesía poderosa en la metrópoli

Treinta y ocho años después de la desastrosa y apresurada retirada de Portugal de sus colonias africanas, empieza a dudarse de cómo se hizo. No fue una descolonización organizada, planeada, sino una auténtica desbandada, - que supuso prácticamente el abandono a su suerte de casi un millón de portugueses. Hoy empieza en este país a hablarse sinceramente –y no de manera políticamente correcta- de lo ocurrido. El único justo criterio es valorar los resultados de lo que sucedió. Lo demás, es ideología. Además, hasta que ambas partes, antigua metrópoli y nuevos gobiernos africanos, no reconozcan los errores del pasado no podrá haber un efectivo reencuentro.

La Revolución de los Claveles marca el inicio efectivo de la descolonización. Pero, atención, al hablar de colonos, debemos ser conscientes de que hablamos de portugueses de clase baja y media, obreros, agricultores, comerciantes, que se habían instalado en Angola, Mozambique y Guinea, a veces desde hacía varias generaciones. En su inmensa mayoría, no eran capitalistas ni agentes del imperialismo, como la propaganda quiso presentarles. No hubo en este sentido un imperialismo económico portugués porque no existía un capitalismo ni una burguesía poderosa en la metrópoli.

Los retornados tuvieron que buscarse la vida en la ingrata patria o emigrando de nuevo

La colonización portuguesa fue muy diferente a la del Imperio Británico, Francia o incluso Bélgica. En lo racial y en lo económico. Había menos transferencia de capitales que de población excedentaria, (Portugal nunca, históricamente, ha podido dar de comer a todos sus ciudadanos), que allí encontraba trabajo y tierra. Poquísimas eran las grandes empresas y, en la mayoría de los casos, en manos del Estado o de multinacionales. Cuando acabó, nadie quería a los portugueses que regresaban. Los retornados tuvieron que buscarse la vida en la ingrata patria o emigrando de nuevo hacia los países más diversos, sobre todo a Canadá y Sudáfrica.

Rui Vaz de Cunha