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¿Dónde está el Obama español?

En este tiempo de crisis económica mundial, guerra en Palestina y cortes del suministro de gas ruso en la Europa oriental todas las miradas y todas las esperanzas están puestas en la presidencia americana de Barack Obama, en pos de un tiempo nuevo y mejor del que se percibe en este arranque del oscuro 2009. Un año preñado de malos presagios para la paz y estabilidad social en el que España ocupa, por causa del paro, la crisis financiera y el modelo de crecimiento basado en la construcción, un espacio más cercano al pesimismo que a la recuperación. Con el agravante, para nuestro país, de la ausencia de un firme liderazgo político como el de Obama en América y en Europa el de Sarkozy.

En España, la pretensión de Zapatero de presentarse como el imitador del presidente electo americano constituye una broma pesada que se desmonta a primera vista con sólo dos rasgos diferenciales: el desprecio por la nación española del que hace gala Zapatero -la ruptura de la solidaridad regional que abandera el nuevo sistema de financiación autonómica es un dato más-, y el nivel, experiencia y capacidad de los ministros de Obama, que en nada se asemejan al Gobierno de cuotas de sexo y regiones y de más que probada incapacidad política -en todos sus frentes: económico, social, diplomático- del presidente español. El cual, desconcertado por la crisis económica que él mismo negó, aún se resiste a la remodelación de su Gabinete, aunque tarde o más bien temprano la tendrá que llevar a cabo.

Y si todavía Zapatero no ha querido cambiar a sus chamuscados ministros en buena parte se debe a la ausencia de una oposición unida y bien liderada que pudiera presentarse ante el conjunto de los ciudadanos como una clara alternativa de gobierno y de poder. Lo que no es el caso del PP ni tampoco de Mariano Rajoy. Peor aún, la oposición del Partido Popular está en peor situación de liderazgo, equipos directivos y de unidad que el Gobierno y el PSOE. Así lo demuestran las últimas encuestas electorales, que, en plena crisis de la economía y cuando el paro alcanza ya cotas históricas, dan una clara victoria al Partido Socialista y hunden a Rajoy en la valoración de los índices de popularidad.

Y todo esto en vísperas de dos contiendas de elecciones autonómicas en Galicia y el País Vasco y otra del Parlamento de la UE, donde Rajoy ha vuelto a desempolvar la rancia candidatura de Jaime Mayor Oreja, para regresar a los tiempos de José María Aznar -quien acaba de recuperar a María San Gil para FAES-, tirando por la borda la pretendida renovación centrista del pasado congreso valenciano del PP. Y todo ello sin olvidar el lamentable espectáculo que los dos líderes madrileños del PP, Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón, ofrecen al público nacional en su lucha descarnada por el control de Caja Madrid, ante la mirada perdida de Rajoy.

Adivina, adivinanza, ¿dónde está la esperanza o el liderazgo y el gobierno al estilo de Obama en el mapa político español? No está ni en el partido de la mayoría -donde Zapatero ha eliminado a todos los barones y dirigentes de experiencia y con sentido del Estado-, ni tampoco en el primer partido de la oposición, donde Rajoy aparece como un cadáver político que observa con divertimento el duelo de Aguirre y Gallardón, mientras Aznar y Rato están agazapados y a la espera de una segunda ocasión. Se ha dicho, y los sondeos sobre liderazgo así lo atestiguan, que el alcalde de Madrid podría liderar en España el cambio, la reforma democrática y la moderación, pero Gallardón no da un paso al frente y los conservadores poderes fácticos -mediáticos, religiosos y financieros- del PP no quieren abrirle paso, por lo que o él se lanza por su cuenta .como lo hizo con audacia Rosa Díez-, o esperará el milagro de que lo reclamen las bases del PP.

Es verdad que la esperanza negra de Obama, la paloma negra de la Casa Blanca, tiene ante sus ojos un horizonte de grandes dificultades económicas y sociales a las que se acaba de añadir la crisis de Oriente Próximo con un sospechoso sentido de la oportunidad. El que permite pensar que la mano que lanzó cohetes de Hamas contra Israel es la misma que luego movilizó la dura respuesta judía y la invasión de Gaza, con la malvada intención de condicionar el arranque de la presidencia de Obama, obligándole a definir su política exterior en sólo unos días y presionando para que acepte, desde su llegada a la Casa Blanca, la filosofía del fracasado Bush de que el terror sólo se puede combatir con la guerra, como ha ocurrido en Afganistán y en Iraq. El hasta ahora silencio de Obama sobre esta guerra, muy criticado en los medios liberales de Estados Unidos y justificado por el presidente electo con el argumento de que "dos presidentes no deben actuar a la vez" -lo que prejuzgaría una posición suya diferente a la de Bush-, demuestra la gravedad y dificultad de la situación.

Una crisis en la que el presidente Zapatero, alineándose con el sentimiento general de los españoles -y de gran parte de Europa- es moderadamente crítico con Israel, mientras que el PP, por boca de su inefable portavoz y amigo de las guerras ilegales, Arístegui, ha vuelto a posicionarse del lado de Israel y, como en el conflicto de Iraq, en contra de la gran mayoría del pueblo español, contrario a la brutal respuesta del Gobierno de Tel Aviv y a su desproporcionada ley del Talión: cien ojos por un ojo, cien dientes por un diente, provocando más de seiscientos muertos en Palestina. Y dejando en el aire el claro riesgo de la extensión de ese conflicto a otras fronteras de Israel, al tiempo que se ofrecen alas y perversos argumentos al terrorismo islámico que buscará su venganza occidental.

En España la esperanza reside más en los ciudadanos que en sus políticos, y a ellos, a su esfuerzo y solidaridad, nos tenemos que confiar, a la espera de un tiempo más venturoso que, de momento, no conseguimos adivinar.

Pablo Sebastián