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Cospedal. Veinte mil euros de polémica mensuales

El escalofrío de la crisis en España son esos cuatro millones de parados. E inmediatamente después viene la precariedad en el empleo, ese desfase cada vez mayor entre lo que se trabaja y se gana. Porque el salario (¡ese desfase!) no se mide únicamente en dinero, sino en lo que se puede hacer con él, en la cantidad de bienestar social que obtenemos a cambio. Algo así como en aquel diálogo de Los lunes al sol; - ¿Qué son ocho mil pesetas?, preguntaba un parado. ¿En euros?, responde otro. No, ¿Qué son ocho mil pesetas?. Son lo que tengas que hacer con ellas.

¿Y 241.000 euros?, ¿Qué son 241.000 euros? María Dolores de Cospedal no va a explicar, ni tiene por qué, lo que obtiene a cambio de tal cifra, pero sí debería dar alguna clave más de dónde salen, en qué contexto y qué representan. El atestado salarial es fácil: sueldos, indemnizaciones y complementos. El momento y la coincidencia del pluriempleo, según el Gobierno de Castilla La Mancha, el menos acertado. Y simbolizan el arte de duplicar en un año ingresos provenientes de sueldos públicos.

El Gobierno autonómico presume de austeridad y contención. Aseguran que desde 2008 las consejerías se han reducido de catorce a siete; el sueldo del presidente socialista José María Barreda disminuyó un quince por ciento; y un diez en el resto de los cargos. Cospedal pidió lo mismo, recortes anticrisis. Y apuntó a la privatización de la radio y televisión pública manchega, o a eliminar las delegaciones provinciales, centros administrativos que prestan servicios a dos millones de personas en una comunidad dispersa y extensa de pueblo a pueblo. Su sueldazo, parece evidente, no se ajusta ni a las medidas ni a la congruencia del PP de los Trabajadores de esa  “clase media, que somos la inmensa mayoría”, como dijo en septiembre.

En el suma y sigue de la declaración de bienes de Cospedal, en Castilla La Mancha se quejan además de ciertas trampas. Un alto cargo del gobierno regional explica que “de las tres vías de ingresos públicos, Cospedal renuncia al de diputada; el más bajo, el único incompatible con el resto y el que obtuvo por sufragio universal directo”. Precisamente porque es senadora por designación de las Cortes, le piden fidelidad al espíritu político que rige el Congreso.

Dada la compatibilidad de los tres sueldos en uno, el PSOE busca un encaje jurídico para evitarlo. Pero el debate, es ético y político. Cospedal no puede alegar que los 167.864 euros en 2009, como secretaria general del PP, vengan de la tesorería de una entidad privada. A no ser que se financie de manera irregular, el presupuesto de Génova 13, casi en su totalidad, y como en el resto de partidos políticos, proviene de las aportaciones del Estado. Si el noventa por ciento son subvenciones, en la misma proporción lo es su salario.

En este caso, los socialistas se ponen como ejemplo. En su partido, no permiten compatibilizar cargos. Quien cobra del Gobierno, no lo hace de Ferraz. Así, Barreda gana 63.363 euros por ser presidente autonómico, y nada como secretario general de los socialistas manchegos. O Marcelino Iglesias, nuevo secretario de Organización, mientras sea presidente de Aragón tampoco cobrará por funciones orgánicas. Comparaciones aparte, los 20.000 euros mensuales de Cospedal, como la polémica en su día por los supuestos múltiples ingresos de Leire Pajín, deberían llevar a revisar las compatibilidades de lo público junto a los cientos de sueldos vitalicios que acumula el Estado.

Por precisar, Cospedal no cobra 241.000 euros, sino 241.836, ¿Y qué son 836 euros? Con el pico que sobra del redondeo de este desorbitado sueldo público viven al mes más de quince millones de españoles. Casi la mitad de los trabajadores de este país sabrían detallar qué hacen, y para qué les da, cada uno de esos euros. En la sede de Génova, como en Ferraz, en ocasiones se ha escuchado a la gente cantar el popularizado ‘lo llaman democracia y no lo es’. Ahora lo llaman demagogia, y en este caso, la respuesta no es ninguna cantinela, fiscalizar los sueldos públicos, por más que lo llamen demagogia, no lo es.

Pilar Velasco

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