Última hora

A propósito de nepotismo

Gianfranco Pasquino, politólogo, es catedrático en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Bolonia, y político, por dos veces ha sido senador de la República Italiana (1983-1992 y 1994-1996), elegido en las listas de la coalicción progresista de la Izquierda Independiente, muy conocido en España donde sus trabajos han sido traducidos en publicaciones y revistas especializadas, el español es uno de los idiomas en los que imparte sus enseñanzas universitarias, en un breve ensayo coloca al nepotismo como uno de los males donde se centra la corrupción política.

Dice así: "Se llama corrupción política al fenómeno por medio del cual un funcionario público es empujado a actuar de manera deforme en relación con el standard de las normas del sistema para favorecer intereses particulares en cambio de una recompensa. Corrupto, es, por tanto, el comportamiento ilegal de aquel que ocupa un puesto en la estructura estatal. Se pueden establecer tres tipos de corrupción: la práctica del sobre, esto es el uso de una recompensa para desviar en su proprio beneficio los servicios de un funcionario público; el nepotismo, esto es la concesión de empleos de carácter público o de contratos públicos basada en razón de parentela en vez de en méritos propios y el peculado por desviación, es decir, la utilización de bienes públicos para uso privado... la corrupción es una transación entre quien corrompe y aquel que se deja corromper...la corrupción es un modo particualer de ejercer la influencia: la influencia ilícita, ilegal e ilegítima...este tipo privilegiado de influencia, reservado a aquellos que poseen los medios, con frecuencia únicamente financieros, para ejercerla, conlleva al deterioro del más importante de los bienes del sistema, esto es, el de su legitimidad... el fenómeno de la corrupción se agudiza cuando se situa dentro de un imperfecto sistema de representación y de un discriminado acceso al poder decisional..."

"La corrupción, - como nos enseña Diderot - , consiste en la ignorancia de las leyes escritas y en la observancia de aquellas inconfesables". Giovanni Giolitti, el político italiano de principios del siglo XX y uno de "los padres de la patria", decía que "los códigos con los amigos se interpretan y con los enemigos se aplican" . Y de un escritor inglés he leído, con ese caústico cinismo que caracteriza el humor británico, que muchas veces y para alguno "la ley es más igual". "La pública utilidad, dicta uno de los axiomas de la Regula Jurio Romae, debe prevalecer siempre sobre aquella privada".

De tal manera que, después de esta exposición de sabios principios y por más que nuestros políticos, de ésta y de la otra orilla del Mare Nostrum, Italia–España o viceversa, España-Italia, nos sermoneen, diariamente, con vacuas frases de idealismo patrio, - "el idealismo, escribía Aldoux Huxley, es la noble toga con la que los señores de la política cubren el deseo de poder" - , cuando en realidad actúan en su proprio y exclusivo beneficio, generalmente de origen económico, parece que estamos a merced de una casta que, cotidianamente, bien sea por soborno (la técnica mafiosa del sobre), nepotismo o peculado, está, presumiblemente, incurriendo en delitos contemplados como tales en nuestro ordenamiento jurídico penal.

A mi me ha dado muchas veces por pensar, no se ya si con pena o con lo que me resta de rabia reprimida después de tantos años de ejercer mi oficio, en mis correrías por el mundo, y po lo que he visto y tocado con mis manos, cómo, por poner sólo un ejemplo, hablando de Felipe Gónzalez, ex-jefe de Centuria de un ya tardío Frente de Juventudes, - lo cual no es ningún tilde de deshonor (he conocido y tratado y hecho amistad con honestísimas personas que en su juventud militaron en esas formacioines falangistas) - , ilustres colegas, de probada independencia profesional, le rinden honores considerándole un ejemplar "hombre de Estado", cuando la auténtica realidad, eso es verdadera "memoria histórica", Sr. Zapatero, el sociata Felipe ha presidido uno de los gobiernos más corruptos que se recuerdan en los anales de la historia de España en, al menos, los últimos cien o ciento cincuenta años. Ni en los días más amargos, cuando se desencadenó el terror republicano, a partir de 1934, de un régimen que suscitó, en principio, tantas esperanzas; ni en los años de las dictaduras de Primo de Rivera o de Franco, España tiene memoria de nada parecido.

¿O ya se nos han olvidado Roldán y los ministros y subsecretarios encarcelados y la Presidenta de la Cruz Roja y la Jefa del Boletín Oficial del Estado, y los abrigos de visón de alguna señora de limpieza de la sede del PSOE de Ferraz, y los viajes "preferenciales" del Vice Alfonso Guerra, persona inteligentísima, por otra parte, y de su "hemano" y del Gal y de los pelotazos y...? Bien está que la memoria sea corta !!pero no tanto!!

Por ello, también, me parece cachondeo o insensated, el escuchar al jefe de la oposición, Mariano Rajoy, que está muy orgulloso que un español, Felipe González, pueda ser el próximo presidente de la Unión Europea, cuando, estando a la historia del personaje y a los últimos gobiernos que presidió, a todo español responsable se le debería caer la cara de vergüenza. "El mundo, decía Albert Einstein, es peligroso no a causa de aquellos que ejercen el mal, sino por culpa de esos otros que mirando deja que ello suceda". Pero dejémoslo en manos de un revisionismo, que seguramente no tardará en llegar, para poner en orden la verdad de lo que ha sucedido en nuestro país, desde la transición a nuestros días.

Ocupémonos, ahora, del nepotismo¸ del latín nepos, nipote (sobrino), del que habla Gianfranco Pasquino, como una de las formas de corrupción política y que alcanza su máximo y para nada ejemplar esplendor en esta bendita Roma, suma de nefandos vicios y excelsas virtudes, en la gloriosa estación del Renacimiento, en el centro del poder temporal y religioso del papado de la Santa Romana Iglesia.

El nepotismo eclesiástico, como común comportamiento del papado de Roma, habría que buscarlo ya en los albores del siglo XIII, cuando papas y obispos católicos que habían hecho voto de castidad educaban a sus hijos, considerados entonces ilegítimos, como si fueran nipoti (sobrinos). Así, por ejemplo, Inocencio III, que fué un gran papa, contemporáneo de San Francisco de Asís y el que acabaría aprobando la orden franciscana, se rodeó en su corte pontificia de sobrinos y de otros familiares.

Pero fue en pleno Renacimiento, como he apuntado antes, cuando el nepotismo se alzó hasta el vértice de ese descomunal escándalo. Calixto III, originario de la familia valenciana de los Borja (italianizada Borgia), hizo cardenales a dos sobrinos suyos, uno de ellos sería Rodrigo, que ocuparía el trono de San Pedro con el nombre de Alejandro VI, papa de entre los más corruptos de toda la historia de la Iglesia, que no sólo hizo cardenal a su hijo, el condottiero César Borgia, sino también a Alejandro Farnese, hermano de una amante suya, que, a su vez, llegaría a ser papa de Roma con el nombre de Pablo III, quien, inmediatamente, procedió a imponer la birreta cardenalicia a dos de sus sobrinos, de catorce y diez y seis años de edad respectivamente.

El nepotismo continuó siendo praxis de normal administración entre los sucesores de San Pedro hasta doscientos años después del pontificado de Alejandro VI (1492-1503) y hubo que esperar hasta finales del XVII, en el 1692, para que el papa Inocencio XII, promulgara un edicto pontificio en el que prohibía a los papas conceder propiedades o cargos eclesiásticos o civiles a cualquiera con quien tuviera lazos de parentela. De modo que la Iglesia, aunque tarde y, al menos con la apariencia de formalidad legal, acabó, con un plumazo y sello pontifical con tan deleznable categoría de corrupción. Dando, así, un ejemplo, no seguido, a la sociedad y regímenes políticos civiles, incluyendo a las democracias más desarrolladas del mundo occidental.

Y ello porque con el devenir de los acontecimientos históricos la palabra nepotismo ha ido cambiando su significado por ese más amplio de favoritismo y recomendación. Hoy el término nepotismo no está sólo unido al de parentela, sino que significa, en general, el favorecer a una persona en lugar de otras más competentes, en una escala degenerada de tipo clientelar en vez de basada en valores de estricta meritocracia.

Aquí, en Italia, el ejemplo más espectacular de nepotismo, de entre los muchos que jalonan su carrera de político y merded a ese perverso mecanismo psicológico o, simplemente, indiferente desvergüenza, que le hace confundir y mezclar lo privado con lo público, el ejercicio de gobierno y su responsabilidad ante el Estado como si fuera una más de sus empresas privadas, nos lo presenta Silvio Berlusconi en el caso de Virginia Sanjust de Teulada. Hija de arte por parte de su madre (Antonellina Interlenghi, hija, su vez, de Franco Interlenghi y de la ex-bellísima Antonella Lualdi, pareja de actores de aquellas deliciosas "comedias a la italiana" de los años 50 y de noble ascendencia por parte de padre, se dice que los Sanjust de Teulada pertenecían a esa nobleza negra al servicio del papa. Nipote, pues, a pleno título (en italiano nipote equivale lo mismo a sobrino que a nieto), que hacía de anunciadora de programas en la RAI, en el primer canal de la tv pública italiana y que viéndola anunciar la retransmisión de una intervención de Berlusconi sobre la reforma de las pensiones, ya como Jefe de Gobierno, en el 2003, el Cavalieri quedó fulgurado y restó prendado de sus dotes intelectuales y de aquellas otras más aparentes de la graciosa figura y fina belleza de los ventiseis añitos de Virginia.

Un delicado bouquet de rosas rojas y de gardenias (Dos gardenias para ti... que cantaría Machín); el agradecimiento por escrito de Virginia, añadiendo su número de teléfono; inmediata respuesta telefónica personal del Berlusca, invitándola a comer en Palacio Grazioli, su lujosísima residencia romana, presentes el subsecretario de la Presidencia de Gobierno, Gianni Letta y el todopoderoso ministro de Economía Giulio Tremonti; después de la comida, invitación a su despacho privado donde le regala una preciosa pulsera de diamantes de Damiani, la prestigiosa y costosísima joyería que exhibe sus envidiados escaparates en la romana Plaza de España.

Virginia se gana enseguida un puesto, como experta de comunicación, en la oficina de prensa de la Presidencia de Gobierno. Empleo que dura poco por temor al escándalo, que en vísperas de elecciones, pueda suscitar. Pero no importa porque Virginia ya está haciendo carrera en la RAI, como presentadora y conductora de programas. Merced a la intercesión ante Berlusconi, el ex-marido de Virginia (del matrimonio ha nacido un hijo), Federico Armati, un 007 perteneciente a los servicios secretos del Estado, a las órdenes directas del Premier, también consigue una substanciosa promoción en categoría y aumento de sueldo.

Por cuestiones de custodia de su hijo, en el ex-matrimonio estalla la marimorena. Virgina promete venganza y el 007 viene, de nuevo, degradado, en categoría y en pérdida de más de la mitad de su sueldo. Este promete llevar al Berlusca a los tribunales. Los jueces interrogan al Cavaliere. El 007 consigue un destino más que satisfactorio en la oficina que coordina los servicios secretos civiles con los militares y se le multiplican por dos veces y medio, su emolumentos mensuales y retira su denuncia. Los jueces, por ahora, julio 2009, deciden archivar el caso o, más bien, cubrirlo de tierra. A Virginia, después de los festines pasados en las villas berlusconianas de Cerdeña, le da por la new age y se pasa la vida, en meditación espiritual en los templos hindús y budistas del Extremo Oriente. Papi Berlusconi que ya le había comprado una casa en la popular e histórica plaza romana Campo dei Fiori (pagada dos millones y medio de euros) ha ya provisto, generosamente, a la satisfación de los caprichos espirituales de la hermosa Virginia, de 32 años, bellos como treinta y dos gardenias. Historia alucinante de un desenfrenado nepotismo y del desaprensivo desarrollo que lo sigue y que pone, incluso, en entredicho la misma seguridad del Estado.

Pero en esto de nepotismo no es que nuestro Zapatero vaya a la zaga de su compadre el Berlusca. No llega a los de los servicios secretos, pero da puestos de máxima responsabilidad pública y política a personajes de un tipo, paradigma de incompetencia meritocrática, como Pepiño Blanco, - expulsado de Facultad de Derecho de la Universidad de Santiago de Compostela, después de haber agotado el plazo oficial de cinco años sin haber aprobado la única asignatura con que se presentaba a examen, la de Derecho Natural. No creo que exista cuerpo en la Administración de Estado o en la empresa privada, en las que hoy se exigen doctorados, masters y conocimiento de idiomas, donde el brillante curriculum de Pepiño pudiera ser tomado en consideración; ni puesto en banco o jefe de sección de unos grandes almacenes o de cajero en un supermercado; a lo más que pudiera llegar sería a ser conserje en la portería de la sede de su partido en la Calle Ferraz. Y lo mismo sucede con Celestino Corbacho o el cordobés catalanizado José Montilla y con nuestra inefable miembra nacional, Bibí Aído, y...nadie sin decir nada y la prensa, en general, silenciosa y así nos va ¿Pero es que nadie se ha dado cuenta de la última parida del Pepiño que hablando del futuro poder adquisitivo ha dicho que no disminuirá ni en los funcionarios públicos ni en los trabajadores? ¿Acaso ha querido indicar, con este lapsus freudiano, que los funcionarios públicos, como él, por ejemplo, no son trabajadores, que no trabajan? !Anda! cosa de locos. O, a lo mejor, es verdad.

Por ahora el record de nepotismo, entre jefes de estado o de gobierno, lo detentaba, hasta su cese en el 2008, Maumoon Addul Gayoom, presidente de las islas Maldivas, con once familiares en su gabinete de gobierno y otros numerosos en diversos cargos del Estado.

!Vamos! !Ánimo! Manolo Chaves, que usted ya ha comenzado muy bien en Andalucía y que estamos seguros, ahora que tiene en sus manos la poderosa influencia ministerial, que inventiva, tenacidad y fe en conseguirlo, no le faltarán, para batir el record de aquel paraíso tropical del Océano Indico. Comprendemos que no es cuestión de pocos días, semanas o algún mes !Qué hay que dar tiempo al tiempo! !Qué caramba!

Javier Pérez Pellón

Comentarios