viernes, abril 26, 2024
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El mal perder de Cristiano

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Cristiano Ronaldo ha vuelto a hacer una exhibición de mal perder y mala educación tras el empate a un gol que cosechó el martes pasado Portugal ante la modesta Islandia, país que habrá tenido más de un problema para encontrar a veintitrés jugadores para mandar a la Eurocopa. Islandia, que en su día se ganó la simpatía de muchos europeos por aplicar una fórmula muy particular y a la postre efectiva para superar de un plumazo la crisis económica (meter en la cárcel a sus banqueros y procesar a sus ministros), dejó helado al combinado portugués en un partido jugado con inteligencia para neutralizar a las estrellas rivales y sacar el máximo partido a sus escasos recursos.

La cara del bien peinado astro portugués al acabar el partido, presidida por una sonrisa cínica de rabia –reía por no llorar- mientras buscaba al árbitro para regañarle por no haber pitado como él quería, retrataba al personaje. Tanto como su negativa a estrechar la mano de los modestos islandeses, que no cabían en sí de felicidad sabedores de que probablemente acababan de jugar el partido de sus vidas.

No es la primera vez que Ronaldo se porta así tras un fracaso: en el Mundial de Suráfrica, tras caer ante España en octavos, escupió a la cámara de televisión que lo enfocaba cuando abandonaba el campo con altivez y sin dignarse a mirar hacia la grada donde los aficionados portugueses, que seguramente se habían gastado un buen dinero en ir hasta el otro extremo del mundo para verlo jugar, lidiaban con la úlcera de aquella eliminación. Después, por supuesto, rechazó atender a la prensa y echó toda la culpa a su entrenador, por no dirigir al equipo como él quería.

Tras caer en Suráfrica ante España en octavos, escupió a la cámara de televisión que lo enfocaba

Pobre Cristiano. Los árbitros nunca pitan como él quiere; los entrenadores no diseñan sus estrategias para que él se luzca y sus compañeros de equipo rara vez están a su altura. Son quejas chocantes cuando las formula alguien que dice ser un deportista y que aspira a ser reconocido como el mejor del mundo, pero comprensibles cuando provienen de una persona que se cree el ombligo del universo. Lo que ya resulta demencial es que también culpe de sus fiascos a sus rivales, en este caso a los islandeses, por jugar distinto de como a él le convendría para hincharse a meterles goles y luego deleitar al sector femenino de la grada con su infantil, ridícula y empalagosa exhibición de pectorales.

El martes pasado Cristiano no hizo nada en el campo. Aún así, tras el partido dio rienda suelta a su bilis y acusó a los rivales de tener “mentalidad pequeña”, de “no querer jugar” sino “sólo defender y jugar al contraataque”. Se mofó de que los islandeses celebraran el empate como si hubieran ganado la Eurocopa y auguró que “no van a hacer nada” en el torneo.

Ronaldo se equivoca, porque ya lo han hecho. Para un país de 300.000 habitantes –tantos como Alicante y la mitad que Zaragoza-, que sólo tiene un centenar de futbolistas profesionales y una liga con un presupuesto menor que el sueldo del delantero luso, empatar con Portugal en un torneo internacional es una gesta comparable a la que logró el Alcorcón cuando eliminó al Real Madrid de la Copa del Rey. Haber reconocido el mal juego propio y felicitado al rival en vez de despreciarlo habría acercado a Cristiano a la grandeza que persigue.

En ese contexto sorprende que algunos se empeñen en alimentar el ego de Ronaldo hasta el absurdo. Una vez que han debutado todas las selecciones, la UEFA ha insultado a la inteligencia de los aficionados al fútbol al incluir al portugués entre los once mejores del torneo y dejar fuera a otros como Andrés Iniesta y Luka Modric, cuyas actuaciones cosecharon alabanzas unánimes. La decisión parece un peloteo descarado a alguien que gana mucho dinero y alimenta las sospechas de parcialidad vertidas sobre la UEFA, que ya ha sido acusada, además, de mimar a determinados clubes en los sorteos.

Ronaldo no aguanta a los árbitros, ni a los entrenadores, ni a los compañeros, ni a los rivales. Tampoco soporta a Dios, que pudiendo haber elegido cualquier otro momento de la eternidad para ponerlo en el mundo, decidió hacerlo justo ahora, al mismo tiempo que un argentino llamado Leo Messi que parece creado por el diablo para estropear su vida perfecta. La UEFA lo mima, pero Ronaldo no se aguanta ni a sí mismo. “Me odian porque soy rico, guapo y buen jugador”, dijo una vez. Mentira, chaval. No es por eso.

César Calvar

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