jueves, abril 25, 2024
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Leopoldo, el hombre más libre

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Nuestro amado Quijote se lo dijo a Sancho: «La libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar. Por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. Con esta cita de Cervantes, tan pertinente, quiero honrar a Leopoldo López, encarcelado en Venezuela por ser libre; es decir, por hablar, por manifestarse, por opinar, por tener voz. Pero no deseo que mi crónica se entienda, ni por asomo, como una crítica a Venezuela o a los venezolanos. 

Siendo joven, durante mi etapa como diplomático “ad hoc” de la Organización Iberoamericana de Juventud (OIJ), tuve la oportunidad de conocer de cerca el país y a sus gentes, su cultura y sus instituciones… Y, como español, me siento próximo y profundamente hermanado con Venezuela. Quiero reivindicar, por tanto, la Venezuela que admiro, la que, por qué no decirlo, ha sido pionera en la defensa y la efectividad de los Derechos Humanos, maestra del derecho a la propia vida, fuente de todo derecho.

Ciertamente, la historia de esta rica nación andina nos enseña, por ejemplo, que fue el primer país del mundo que dispuso la abolición legal y absoluta de la pena de muerte, ya en 1863, bajo el mandato presidencial de Juan Crisóstomo Falcón, mediante la promulgación del histórico Decreto de Garantías. Desde entonces, la prohibición de la pena capital se ha hecho hueco en todas y cada una de las Constituciones con las que se ha ido dotando la república amiga.

Venezuela fue el primero en abolir de forma legal y absoluta la pena de muerte

A los que utilizan Venezuela para inferiorizarla  les recordaré que España, en 1975, ajustició legalmente “a fusil” a dos terroristas de ETA político-militar y a tres miembros del FRAP. La Constitución Española de 1978 todavía otorgaba al Estado la legitimidad formal de matar, según las leyes penales militares entonces vigentes, anacronismo legal que fue abolido definitivamente mediante Ley Orgánica en el año 1995.

Tampoco quiero que mis palabras se interpreten en clave del manido paralelismo entre España y Venezuela y, por ende, entre los “neocomunistas de aula” de Podemos y el dictatorial gobierno chavista, ahora en las manos de Nicolás Maduro. Ni España es Venezuela (tampoco es Dinamarca, por cierto) ni Pablo Iglesias es, desde luego, Nicolás – o eso espero. Sólo pretendo homenajear a un hombre perseguido por ser libre. Y en este afán, con las palabras prestadas del escritor británico George Orwell, diré que si la libertad significa algo, es el derecho a decir a los demás lo que no quieren oír. Y así, con la voz de otro, vuelvo a honrar el nombre y el sacrificio del preso político venezolano Leopoldo López, nacido en Caracas, el 29 de abril de 1971.

Alcalde de Chacao entre 2000 y 2008, Leopoldo es coordinador nacional del partido Voluntad Popular y de Redes Populares. Su caso por inhabilitación “gubernamental” fue visto por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que falló a su favor por unanimidad. El gobierno venezolano, sin embargo, no acató la decisión. Más al contrario, el 10 de septiembre de 2015 la impresentable y podrida Justicia interior venezolana lo declaró culpable de incitación pública a la violencia mediante -no es broma- supuestos mensajes «subliminales” y lo condenó a 13 años, 9 meses, 7 días y 12 horas de prisión. Su brutal e injusto encarcelamiento ha sido duramente cuestionado por todas las instancias y estamentos internacionales de Derechos Humanos, tanto públicos como privados, desde el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos hasta Amnistía Internacional.

Lilian Tintori, su valiente esposa, confía en que pronto será liberado. Todos lo deseamos, pero no será fácil, porque Venezuela es una dictadura de facto y el chavismo controla la Justicia. La Asamblea Nacional venezolana ha promulgado ya una Ley de Amnistía para Leopoldo López y para decenas de dirigentes sindicales y campesinos “oficialistas” procesados y encarcelados por protestar, pero Maduro no respeta al Legislativo nacido de las urnas. Tenemos que apoyar a Leopoldo porque hacerlo es, sin duda, apostar por la Venezuela que nos indicó, a todos, el camino hacia la libertad.

Venezuela es una dictadura de facto y el chavismo controla la Justicia

Hace unas semanas, mientras leía la columna que Begoña Villacís ha dedicado a Leopoldo en El Confidencial, decidí dedicarle esta mía. Con su innata capacidad para comunicar y para, en consecuencia, hacer política real y efectiva desde la comprensión de “lo humano”, la líder ciudadana se fijaba, primero, en los aspectos personales de Leopoldo, en su mujer, en sus hijos y en sus compañeros y amigos, para abordar después con precisión y rigor el demencial calvario procesal al que ha sido sometido, señalando que “Leopoldo optó por la salida más difícil; optó por ser libre en la cárcel”.

Así es. Leopoldo escogió lo costoso porque conocía y conoce el valor de su elección. Como expresó José Martí, “la libertad cuesta cara y es necesario o resignarse a vivir sin ella o comprarla a su precio”. Algunos lo han olvidado. Otros, quizá, no lo supieron nunca.

Como no soy comunista, me iré citando a un legendario revolucionario ruso, Bakunin, para poder decir lo que sí soy: “ libre, en la medida en que reconozco la humanidad y respeto la libertad de todos los hombres que me rodean”. Tienes, querido Leopoldo, el afecto y la admiración de millones de mujeres y de hombres que, siendo libres, no lo somos tanto como tú.

Ignacio Perelló

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