sábado, mayo 4, 2024
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El horror anunciado y nuestro porvenir

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«El atentado que esperábamos se ha producido». Lo ha declarado el Primer Ministro de los belgas, resumiendo lo que todos pensábamos. Días de persecuciones y arrestos;  barrios tomados; policía extrema, niveles de alerta… nada ha valido: debemos asumir la dificultad de afrontar esta Yihad asesina y global.

Las primeras reacciones han ido en la línea esperada: más Europa fortaleza, más cierre de fronteras. No; no es la frontera macedonia, la turca o la húngara: se ha prohibido la circulación entre Francia y Bélgica. Seguro que es comprensible la seguridad que debe garantizarse a la ciudadanía; seguro que no es el día siguiente al horror el mejor para dar consejos, menos desde esta humilde columna.

Las primeras reacciones han ido en la línea esperada: más Europa fortaleza, más cierre de fronteras

Hay algo de sintomático en este nuevo ataque al corazón de Europa. Cuando las vías romanas dejaron de transmitir prosperidad, paz y seguridad, la oleada bárbara asoló Roma. Quizá debamos asumir que el eurocéntrico balneario esta sucumbiendo.

Para empezar, recordemos, para nuestro pasmo, que los asesinos de Bruselas, como antes los de París o los de Madrid, no han viajado en ninguna fila infame de refugiados. Son ciudadanos europeos cuya ira cruel, asesina y salafista se ha cocinado en el horno  de los barrios excluidos y el final de la promesa social europea.

Los españoles y las españolas aprendimos, con no poco sufrimiento, a separar la persecución policial del terror y su aislamiento de unas bases sociales en las que se cobijaban los asesinos. No defiendo aquí ninguna clase de buenismo ni propuestas que reconozcan como interlocutor o negociador de nada ni de nadie al Daesh, riesgo que corren las ingeniería de las buenas intenciones. Solo apunto la evidencia de esta realidad  no se resuelve a golpe de más Europa fortaleza.

Debemos ser conscientes de que los discursos y las decisiones en materia de refugiados, por ejemplo, son transcendentes. No porque, a pesar de lo que se diga, sean una amenaza: ellos y ellas también huyen del radicalismo islamista. Lo son porque solo una Europa de acogida tendrá autoridad moral y ética para exigir a su ciudadanía, también a la no nacida en Europa, compromisos con la vida en paz y libertad.

Las fuerzas democráticas europeas tienen la obligación de afrontar el riesgo de la extrema derecha, de las irracionales locuras de Trump y todas las trampas ideológicas que nos tiende la xenofobia.

Las fuerzas democráticas europeas tienen, también, la obligación de no frenar los esfuerzos de los gobiernos europeos por garantizar la seguridad de la ciudadanía, si esta se ampara en el derecho, sobre la base de discursos que legitimen a crueles asesinos que no guardan relación ni con la cultura del islam ni con cultura democrática alguna.

El camino no es fácil. Seguro que es más fácil sugerirlo que ejecutarlo. Pero vengo a reivindicar una vieja experiencia europea que lleva años puesta en entredicho: la suma del derecho, la libertad, el progreso y el modelo social. Es esa la fortaleza a defender; la que hizo fuerte a Europa y a muchos y muchas anhelar su pertenencia.

Quizá hemos olvidado demasiado pronto que España forma parte de esos colectivos que añoraban Europa. Probablemente, perdimos la perspectiva el día que redujimos esta pertenencia a recibir fondos económicos y aceptamos que nuestros políticos y políticas expertos nos recomendaran legislaciones incomprensibles . Aún recuerdo con pasmo a un político progresista afirmar del último tratado que era una Constitución » como hay dios».

Ahora hemos de volver a defender Europa. Frente al horror, frente a la fortaleza y frente al miedo. Bruselas ha sufrido, a pesar de los esfuerzos de su seguridad, un horror anunciado. Durante mucho tiempo, nadie estará a salvo.

Podemos sentir miedo; es normal, es humano. Pero podemos vivir ese miedo con libertad y con esperanza en el futuro. Si creemos que Europa y su modelo histórico tienen porvenir, si somos capaces de ofrecerlo a quien quiere compartirlo, entonces, amigos y amigas venceremos al terror.

Libertad Martínez

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