viernes, abril 19, 2024
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Las líneas rojas se mueven

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Si las truchas militasen en un partido político habrían desarrollado un gen anfibio y las veríamos saltar felizmente por los campos de trigo de Castilla. Tal es su capacidad de adaptación. La de los políticos, no la de las pobres truchas, que siguen muriendo en cuanto se las saca de su ecosistema acuático. Las semanas transcurridas desde las elecciones municipales y autonómicas nos han permitido comprobar que el fenómeno se extiende desde los partidos clásicos, que verbalizaron en campaña la necesidad de transformación y transparencia, a las formaciones emergentes, que criticaban actitudes en los otros que ahora se aplican a sí mismos.

La nueva configuración de las instituciones exigirá también una nueva forma de hacer política. Y convendría que los partidos redefinieran las líneas rojas que no están dispuestos a que otros traspasen ni a traspasar ellos mismos. La polémica en torno a los tuits de Guillermo Zapata no ha sido muy alentadora. Quienes lo han defendido han usado el argumento de que otros han dicho cosas muy graves y no han dimitido. Y es verdad, pero si seguimos por el camino de la ausencia de exigencia porque otros no han sido exigidos permaneceremos donde, parecía, no queríamos estar. En la otra orilla, el cinismo del PP, cargando contra quien iba a ser concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid con la mano blanda que ha tenido con dirigentes propios que han hecho declaraciones ofensivas sin pronunciar disculpas ni renunciar a sus cargos, no merece mayor glosa.

Pero esto es sólo el detalle. También convendría que todos los partidos dejasen claro qué imputaciones, y en qué materias, son incompatibles con la representación pública, cuál es el valor de las promesas electorales que se abandonan al día siguiente porque eran meras ideas, y cuál será el grado de compromiso que exigirán en futuras elecciones a los futuros candidatos a lo que sea para que no volvamos a contemplar renuncias sobrevenidas de quienes, aspirando a gobernar, no están dispuestos a quedarse cuatro años haciendo oposición. Cosas de la vieja política que, a pesar del vuelco apasionante del panorama político, parecen pervivir.

Isaías Lafuente

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