viernes, marzo 29, 2024
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Adriano Moreira, un gran ministro portugués

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Absténgase los políticamente correctos y anti occidentales, imbuidos de tercermundismo. Vamos a hablar, oh herejía, de un gran ministro de Salazar.

Adriano Moreira fue Subsecretario de Estado y luego Ministro de Ultramar, es decir, de las colonias, desde 1960 a 1963. Se enfrentó a Salazar porque luchó por la abolición del Estatuto del Indígena (que era mucho mejor, en todo caso, que el que prevalecía en las colonias belgas y británicas). Adriano Moreira tiene hoy 93 años muy bien llevados, sigue lúcido e inteligente. Hace poco le hicimos un pequeño homenaje en el Círculo Eça de Queiroz, al que me enorgullezco de pertenecer. Este miércoles mismo publicaba su artículo habitual en el Diario de Noticias. Franco, positivo, aunque preocupado, sobre el necesario diálogo entre religiones para acabar con el fanatismo. Y decía, muy oportunamente, que hoy Europa “habla sólo de estadísticas”, echando en falta la inspiración que tuvieron los padres fundadores.

Sí, hay que admitirlo, Salazar tuvo ministros muy buenos, técnicos, liberales cristianos como Moreira, tuvo a un Veiga Simão cuyas reformas educativas de antes de la Revolución de Abril de 1974 todavía subsisten y ya las quisieran en España.

Es un gran profesor de Dereho Constitucional y un hombre hecho a sí mismo que escribe bien, no tiene pelos en la lengua y aborda los problemas nacionales e internacionales desde un profundo conocimiento de la geografía y de la historia. Sus brillantes libros de texto dan fe.

De cerca de Bragança, una provincia pobre, no lejos de Orense y Zamora, hijo de un policía y una planchadora, ha demostrado con su vida y trabajo que la superación es posible. Fue posible, incluso en esa época salazarista tan denostada. Época que consiguió poner a Portugal en estado de trabajar y le dio estabilidad financiera. Salazar falló en muchas cosas, como la libertad, pero promocionó el trabajo, la sobriedad (empezando por él mismo, no como la austeridad de ahora, que es solo para los pobres y clases medias), el no gastar más de lo que se tenía.

Cuando se nos pase el fervorín progresista revisaremos lo que fue la colonización portuguesa. No hubo masacres, hubo hospitales, obras públicas, trabajo. La descolonización de África entra en lo que se llamó entonces, “guerra de la mentira”. Casi todos los países han fracasado, ni hay democracia ni hay equilibrio. Hay matanzas y desastres en muchos países.

El estatuto de las mujeres fue garantizado, en lo laboral y en lo familiar, atacando la poligamia. Las parejas mixtas eran frecuentes y eran la base de la acción portuguesa, aunque los mestizos a menudo hacían banda aparte.

Si había límites, éstos eran para negros y blancos pues la dictadura imperaba en Portugal.

La llamada descolonización fue simplemente un abandono a su suerte de portugueses y africanos, una huida, una vergüenza. Tras salir los últimos soldados portugueses, todos los países lusófonos entran, como por casualidad, en guerras civiles tribales, manipuladas por las potencias. Kapuscinski lo cuenta muy bien en Otro día de vida. Es un libro que no gusta pues cuenta, como siempre, lo que presenció. Y no le gustó.

Como ya señalé en otro artículo, Adriano Moreira ha seguido la doctrina social de la Iglesia (el que hoy representa el Papa Francisco), y está preocupado por los valores éticos, que son supeditados a la ley del mercado y sustituidos por el neoriquismo”. Considera que hay que respetar y mantener el Estado social, que forma parte de la esencia de la democracia verdadera. Como gran experto en política y derecho internacional, lamenta el fin del Euromundo.

En este sentido, Adriano Moreira no es nada crepuscular, no es un vestigio del pasado, sino que sigue esforzándose en comprender la sociedad internacional y en explicarla a sus lectores. Leer sus libros, densos, bien documentados, es un estímulo y un acicate a la responsabilidad de los políticos.

Rui Vaz de Cunha

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