jueves, abril 25, 2024
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Desde Oriente con Kaláshnikov

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Los últimos atentados terroristas en París han provocado un rechazo generalizado y mucha solidaridad con las víctimas, sus familiares y nuestros conciudadanos europeos de Francia que tienen, como nosotros, la nacionalidad naciente de la UE.

Estos atentados están provocando muchos comentarios. Así será con intensidad decreciente hasta que, desgraciadamente, ocurra otro atentado. No se trata de fatalismo ni de pesimismo. Convivimos desde hace tiempo en todo nuestro planeta, no solo en Europa, con esta lacra para la que algunos aún encuentran, lamentablemente, alguna justificación. Entre otros terrorismos padecimos, esencialmente en la segunda mitad del siglo XX, en España el terrorismo de ETA y en Francia el de la OAS que recriminaba a De Gaulle la aceptación de una «Argelia argelina» y no francesa. Ambos desaparecieron con el tiempo, la acción policial y la resistencia democrática de los ciudadanos, con grandes sacrificios, paciencia y tesón.

Ahora sufrimos el terrorismo de extremistas y radicales musulmanes que cobardemente apantallados tras el Islam se arrogan también un derecho de segar vidas por doquier. No podemos quedarnos de brazos cruzados aunque lo primero es mantener la serenidad. La islamofobia es rechazable. A diferencia de ETA y de la OAS, terrorismos domésticos, el terrorismo yihadista desde su inicio es mundial y exige una cooperación internacional, también en la UE. Cinco ámbitos multidisciplinarios y de cooperación podrían englobar medidas convenientes.

Nuestros cuerpos de seguridad deben seguir adecuando sus medios de respuesta y de prevención de atentados. La información es esencial así como fortalecer su cooperación internacional. Es necesario tener en la UE una visión global y conjunta de los distintos terrorismos que nos amenazan, organizados o espontáneos. En algunos casos y países se recurre subsidiariamente a las Fuerzas Armadas en situaciones o niveles importantes de alerta. El debate seguridad contra derechos debiera de ser falso porque sin lo uno no hay lo otro y viceversa. Lo que se precisa es un equilibrio respetuoso con la Constitución.

Hay que seguir contribuyendo a la lucha internacional para controlar y reducir a aquellos que desde el extranjero fomentan el terrorismo en nuestros países, ahora con “retornados”, y que avasallan asimismo a poblaciones que controlan parcial o totalmente. Los diversos medios por aportar, materiales y humanos, y modalidades para actuar debieran contar con el aval de la Comunidad Internacional e involucrar a las autoridades y medios locales.

La diplomacia tendría que resolver negociadamente guerras civiles, conflictos transfronterizos e internacionales y una ayuda al desarrollo agigantada para aliviar el subdesarrollo, eliminando también corrupciones, evitando así la violencia por remediar las desesperaciones. Hay que considerar que los acuerdos negociados no siempre establecen, o restablecen, la justicia. La paz tiene su precio, pero a la larga tiende a favorecer lo más justo si el subdesarrollo se combate. El papel de las NNUU, y de su Consejo de Seguridad, debiera ser decisivo en todo este capítulo.

Debemos eliminar en nuestros propios países pobreza y desigualdades. Por justicia. Dan, asimismo, pretexto a justificaciones inaceptables del terrorismo. Mejoremos nuestra sociedad fomentando la igualdad política, económica, de género de los ciudadanos, y su acceso a una buena educación y sanidad, cualquiera que sea su origen étnico y sus credos religiosos o políticos, o, asimismo, la ausencia de los mismos. La tolerancia y la solución educada y democrática de los problemas constituyen instrumentos esenciales de convivencia e integración, rechazando el odio.

Hay, finalmente, que seguir cercenando la financiación al terrorismo y abordar la actitud de aquellos países que parecen “comprar” a organizaciones terroristas su paz interna con dinero o vista gorda, dándoles campo libre en los nuestros mientras se dicen nuestros amigos.

El terrorismo no desaparecerá de la noche a la mañana y hay que prevenirlo de muy diferentes maneras sin dejar de castigarlo. No es una “guerra” como dijo Bush junior en su día y repite ahora el primer ministro francés Valls. Es una terminología engañosa y perniciosa en sus consecuencias. En febrero tendrá lugar en Washington una conferencia para coordinar esfuerzos internacionales contra la radicalización violenta. Harían bien en superar lo policial. Tampoco hay que caer en simplicidades o fobias. La innecesaria e ilegal invasión de Irak por Bush junior en 2003 tiene sus responsabilidades en la situación actual iraquí y en la justificación yihadista de su terrorismo, pero el atentado del 11 de septiembre contra las torres gemelas en Nueva York fue antes, en 2001, instalados ya los talibanes y Bin Laden en Afganistán.

Insultar, mentir o ser irrespetuoso tampoco son formas correctas de practicar la libertad de expresión como creen algunos, pero las respuestas violentas son inaceptables. Para reparar están los tribunales y no una justicia a guantazos o con metralletas. El amor filial acaba de nublarle la vista al Papa. Sorprende que justificase un puñetazo por ofender a una madre, sobre todo considerando su enorme capacidad de liderazgo. Su jefe, Jesús, puso la otra mejilla.

Carlos Miranda

Embajador de España

Carlos Miranda

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