viernes, abril 26, 2024
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El dilema (mío)

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No suelo escribir en primera persona, pero voy a hacerlo en esta ocasión, con confesión añadida: hace semanas tomé la decisión de no escribir ni hablar de Podemos, o de escribir y hablar lo menos posible de Podemos. Porque se trata de una formación política que tiene poco que ver con lo que considero que son las reglas mínimas de la democracia, libertad, respeto a la verdad y rechazo a los modos dictatoriales; y segundo, porque hace tiempo que he llegado a la conclusión de que lo que más gusta a Iglesias y a Monedero es que se hable de ellos aunque sea para mal, porque lo que buscan es que se les mencione mañana tarde y noche. Y bastantes foros tienen ya como para dar aún más cancha a sus mentiras.

De ahí mi dilema. No quiero hablar de Podemos pero me siento obligada a contar lo que he visto en los últimos días, a contar el gran engaño en el que se desenvuelven sus líderes. 

A Pablo Iglesias le faltó tiempo para presumir de que viajaba a Bruselas y Estrasburgo en una línea aérea low cost, que hacía el último tramo de viaje en autobús, sus eurodiputados compartían habitación de hotel y comían en “la cantina” de la sede del parlamento Europeo. Pues bien, al pleno de esta semana en Estrasburgo, el primero tras la interrupción del verano, Pablo Iglesias viajó a Estrasburgo en el mismo avión que el resto de los eurodiputados –carillo, por cierto, porque es el único que va directo de Madrid a la ciudad alsaciana- , almorzó en el mismo autoservicio en el que almuerzan siempre la mayoría de los eurodiputados y funcionarios, aunque no le llaman “cantina”. Al igual que ellos, buscó el hotel de mejor precio. La mayoría de los del PP y Psoe encontraron alojamiento en un pueblo cercano, porque era más barato que Estrasburgo, pero no hicieron alarde de su afán de ahorro. Que es lo que hace permanentemente el dirigente de esa formación que tanto sube a costa de hacer ver que la actitud de sus dirigentes es muy distinta a la de sus congéneres. Y que, por cierto, ha alquilado para compartir con sus compañeros un estupendísimo piso en Bruselas, de precio que a algunos de sus seguidores les parecería exagerado. 

Sin embargo, lo más irritante, es el papel que ha adjudicado a su asistente en el Parlamento Europeo: graba sus intervenciones, siempre más largas de lo que permite el reglamento, por lo que sistemáticamente provoca que el presidente de la Cámara le corte cuando trata de sobrepasar los minutos adjudicados. A él y cualquier otro parlamentario, no hay misericordia para quien no respeta los tiempos, sea del partido que sea. Y el asistente-camarógrafo cuelga las imágenes en la web o redes sociales para hacer ver que Iglesias es interrumpido porque no gusta lo que dice, sin mencionar que en Bruselas o Estrasburgo todos los eurodiputados reciben el mismo trato.

Ya. Dilema resuelto. No volveré a mencionar “la otra casta” en mucho tiempo. A otra cosa.

El referéndum escocés ha impregnado la vida política, catalana y no catalana. De nada sirve que la situación de Escocia sea completamente distinta, su historia, su acuerdo con Inglaterra cuando se sumó a la Unión hace trescientos años, cuales son las diferencias entre la legalidad constitucional española y la británica, y si permite la ruptura de la integridad territorial o no, aunque haya consenso entre los partidos. Pues aunque no tenga nada que ver, al rebufo escocés tenemos a los independentistas catalanes exigiendo lo que Cameron ha otorgado a Escocia, el referéndum, y Rajoy no ha aceptado para Cataluña. No podría hacerlo. Aunque quisiera. Pero en este país no existe demasiado interés por conocer la historia propia y la de los demás, ni las leyes, ni los textos ni principios de las distintas constituciones. Y así nos va, haciendo cábalas e interpretaciones desde la ignorancia…

Pilar Cernuda

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