martes, abril 23, 2024
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Vivir sin amor

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Dice la gran Terele Pávez que sin amor la vida es horrible e intransitable. Y que vivimos sin amor. Se refiere, sobre todo, a España, donde lo único que teníamos, lo único que de verdad habíamos conquistado en las últimas décadas, una cierta sujeción del Estado a los principios de humanidad y un cierto respeto a la dignidad de las personas, se está yendo al garete, si es que no se ha ido ya.

Se desprende poco amor, sin duda, del trato que dispensan las instituciones, y no digamos el Gobierno que las controla, al ciudadano, cuya vida no parece importar nada. Ni la vida del enfermo, ni la del joven (que radica en un futuro que se le ciega), ni la del niño carenciado, ni la del trabajador forzado a la esclavitud o a estar mano sobre mano, ni la de nadie. Poco amor. Ninguno. Y sí, como escribió el divino hippie Walt Withman, «aquél que camina una sola legua sin amor, camina amortajado hacia su propia tumba», ¿qué no ocurrirá con la colectividad, con la nación obligada a caminar así?

Amor ninguno en ningún decreto, en ninguna disposición, en ninguna ley del Gobierno terminator de Rajoy, en el que Gallardón, Fernández y Wert sitúan alto el listón de la poca o nula resonancia emocional. La impenetrable tristeza del país lo acredita. De los ingredientes básicos del amor, admiración, respeto y compasión, diríase que el potaje de su política prescinde de todos ellos. Pero si se desprecia al español, al paisano que comparte el mismo color y la misma lengua, ¿qué anti-sentimiento no se dedicará, en esta hora yerta y oscura, al paria desesperado y hambriento, de tez oscura, que se arroja al mar para llegar a nuestras playas?

El amor no tiene forma, pero su ausencia sí: balas de goma para aterrorizar otro poco al que pugna por no ahogarse. En esas aguas y en esa arena de las playas ceutís se ha escrito, mejor de lo que pudiera hacerlo la pluma más perfecta, en qué consiste eso de vivir sin amor. En morir antes de tiempo, o en caminar amortajado hacia el propio funeral.

La política es el arte de organizarse, pero no hay organización posible sin amor. A este Gobierno le cuesta querernos, le cuesta infinitamente. Qué caos.

Rafael Torres

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