viernes, mayo 10, 2024
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Belén Esteban descubre el Corán

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Aunque parezca mentira, uno sigue sorprendiéndose con nuestra TV, pero para mal. No me llama tanto la atención que El Príncipe cada vez tenga más seguidores, por mucho que su calidad no sea la de El tiempo entre costuras, ni que casi dos millones vean una serie tan ñoña como Bienvenidos al Lolita. Lo que me deja perplejo es que más de 700.000 personas puedan ver Los ojos de Belén y que alguien le sufrague viajes al extranjero a tamaño personaje para que no pueda decir que no ha conocido mundo.

También me sorprende que una persona que se ha hecho tantas operaciones de cirugía estética esté mucho peor que antes o que se pretenda vender las ordinarieces de un personaje como la «naturalidad» que destila el mismo.

A la «princesa del pueblo», cual jovencita poligonera, no se le cayó el «tía» de la boca durante todas las conversaciones que mantuvo con otras mujeres, ya fueran por vía telefónica o cara a cara, pero sí salieron de la misma varios tropezones por hablar con ella abierta mientras comía.

¿De verdad teníamos que soportar tantas ordinarieces a esas horas de la noche, por mucho que alguno nos lo hubiéramos puesto de penitencia si perdía el Atleti otra vez? Menos mal que casi dos millones de personas, de los 2,6 millones que estabn viendo unos minutos antes Dentro de El Príncipe, decidieron marcharse a la cama en cuanto apareció en pantalla la Esteban. No saben lo que se ahorraron y lo que ganaron en salud.

Lo peor es que encima va de sobradita, como cuando un nativo le saludó por su nombre y dijo eso de «me conocen en todas partes», o cuando afirmó que «en este país me van a salir muchos novios», poniendo en tela de juicio el gusto de los hombres marroquíes.

Eso sí, el momento álgido del programa fue cuando la que le hacía de anfitriona en el hotel donde se alojaba le mostró el libro del Corán. «Ostras, qué gordo». Esa fue su intelectual reacción. Por mucho que nos sigan diciendo que es escritora, que su libro es record de ventas,  y hasta que empezara el espacio asegurando que se había llevado un libro para leer en el avión, uno sigue creyendo que para lo único que utiliza ella las obras literarias es para «calzar» algún mueble de su casa.

Aunque no sabemos si se «calzaría» o no a algún marroquí, lo que sí hizo cuando menos fue reivindicar en esas tierras una costumbre tan española como la siesta, como la que se «calzó» en casa de una familia que la había acogido para mostrarle su modo de vida (qué bonito verbo el de «calzar»).

No es de extrañar que ya muchas niñas españolas quieran ser de mayores una Belén Esteban. Y es que hay pocos trabajos en este país en el que te paguen por echarte una cabezadita.

 

 

La mosca

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