miércoles, abril 24, 2024
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Lección de democracia

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La noticia es que el Parlamento Británico ha tumbado una moción presentada por el Gobierno de David Cameron para autorizar una intervención militar en Siria a la vista de que las autoridades de Damasco podrían haber utilizado armas químicas contra la población civil. Pero, al margen de la cuestión de fondo: el castigo, la sanción armada, al dictador Bachar Al Asad por traspasar lo que el presidente Obama calificó de «línea roja», tengo para mí que hay un aspecto de la votación celebrada el jueves en Westminster que merece ser resaltado. Me refiero a la independencia y el coraje cívico de algunos de los diputados conservadores que votaron en contra de la propuesta de su jefe de filas. En las circunstancias actuales, su «no a la guerra», es una prueba de coraje democrático y por sus efectos avala la legitimidad de cualquier futura decisión de signo contrario.

¡Qué envidia! ¡Qué suerte tienen los británicos de tener un Parlamento libre!

Si las circunstancias cambian, el signo de los votos de los diputados pudiera de ser otro. Pero de momento fue el que fue y a David Cameron no le quedó más remedio que expresar enfáticamente su disposición a acatar la decisión del Parlamento.

Llegados a éste punto, sólo se me ocurre decir una cosa. ¡Qué envidia! ¡Qué suerte tienen los británicos de tener un Parlamento libre en el que los diputados no son simples correas de transmisión de las decisiones de los líderes de los partidos¡ ¿Se imaginan cómo cambiaría el panorama español si en el Congreso y en el Senado, ante los casos de corrupción que han degradado nuestra vida política, los parlamentarios se atrevieran a ser libres, a votar en conciencia, incluso cuando su voto fuera contrario a los intereses de quienes mandan en su partido? Qué distinta habría sido la España política si cuando los escándalos que han ido minando la confianza de los ciudadanos en el sistema, -del caso Faisán al caso Bárcenas; desde el caso Palau a los ERE de Andalucía- los diputados se atrevieran a denunciar y acabar con la disciplina de partido y en los casos en los que había que poner en marcha comisiones de investigación se hubieran atrevido a ir hasta el final cayera quien cayese. Ya digo, la palabra es: envidia. Si no fuera por lo de Gibraltar, hay días en los que a uno no le importaría ser ciudadano británico.

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Fermín Bocos

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