jueves, abril 25, 2024
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Muerte en la cárcel

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El desarme moral que, este verano, se está viviendo en España empieza a ser demoledor. Un alcalde y diputado autonómico roba en supermercados y se le jalea desde los medios de comunicación; un ex juez español, condenado por prevaricar, intenta dar lecciones de derecho internacional al mundo para defender a un acusado de acoso sexual; varios diputados apoyan el asalto al Palacio de las Cortes en plan Golpe de Estado y el Gobierno excarcela a un miserable asesino como Bolinaga que, recordemos, es el secuestrador del ex funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara y el asesino de los agentes Mario Leal Vaquero, Pedro Galnares y Antonio López. ¿Hay quién dé más?

Pero siendo esto parte de un todo deshonesto, lo de Bolinaga clama al cielo. El Gobierno le ha otorgado el tercer grado debido a su enfermedad diciendo que está aplicando la ley. Mintiendo. Porque esa es una visión torticera del hecho ya que la enfermedad incurable no implica, en ningún caso, la excarcelación automática del preso. De hecho, cada año mueren en la cárcel decenas de reclusos enfermos sin que éstos consigan los mismos beneficios de los que va a disfrutar el sanguinario etarra.

Según El Mundo, citando fuentes del Ministerio de Interior, un preso enfermo muere en prisión cada tres días en España. Entre 2005 y 2010 fallecieron en la cárcel 799 presos con dolencias similares a las de Bolinaga. De media, unos 130 reclusos fallecen al año en la cárcel. Y «las principales causas naturales de fallecimiento han sido las cardiopatía isquémica, la hepatopatía crónica por el virus de la hepatitis C y los tumores», según Instituciones Penitenciarias.

Por lo tanto, estar muy enfermo no es suficiente para salir de la cárcel. Para salir de la cárcel, se exige, además, que haya un pronóstico favorable de reinserción. Que se entienda que el preso está reinsertado. Además, en el caso de un terrorista, el tercer grado implica abandonar la banda asesina. Y Bolinaga no cumple ninguna de estas condiciones sino todo lo contrario por lo que no puede acceder a la libertad condicional.

¿Por qué, entonces, el Gobierno se ha lanzado a concederle el tercer grado, como paso previo, para que la Audiencia Nacional le conceda esa libertad condicional? ¿Por qué se ha rajado ante un chantaje menor de unos presos etarras que amenazaban y no daban con una huelga de hambre? Ningún juez le hubiera podido conceder la libertad condicional sin que el Gobierno, a través de Instituciones Penitenciarias, le hubiera concedido el tercer grado. No lo sé.

¿Forma esto parte de la llamada Vía Nanclares? ¿Es un paso más de la Hoja de Ruta que negoció Zapatero? Tampoco lo sé.

Sólo sé que forma parte del desarme moral de la sociedad española. Y el desarme moral siempre concluye en derrota.

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La sonrisa de la avispa

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