sábado, abril 20, 2024
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Por la boca muere el pez

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Siempre consideré a don Alberto Ruiz Gallardón un político de talla, capaz de concentrar  entorno a su figura el apoyo mayoritario del centro derecha y con la intuición suficiente para desmarcarse de aquellas operaciones tenebrosas ideadas en los sótanos oscuros del Partido Popular. Últimamente, sin embargo, parece víctima de un virus que le provoca una verborrea incontenible de declaraciones polémicas, impropias de su impecable expediente y de su capacitación jurídica. Parecería empeñado en demostrar a los suyos que es más  de derechas de lo que alguno se creía y que merece colocarse a la cabeza de los aspirantes a relevar a Rajoy, no vaya a resultar abrasado el Presidente por los ajustes y esfuerzos pedidos a los españoles.

Ha manifestado Gallardón que las víctimas del terrorismo siempre tienen razón. Basta con repasar alguno de mis artículos en Estrella Digital para conocer mi opinión sobre los criminales etarras y la gentuza que ha celebrado sus asesinatos y apoyado la estrategia endemoniada de los asesinos. Es más, uno de los atentados más terribles de la banda, el coche bomba que segó la vida de 12  jóvenes guardias, reventó literalmente muchos pisos en la madrileña plaza de la República Dominicana, entre ellos el de mis padres, que resultaron ilesos de puro milagro. El mismo desprecio y la misma repulsa me merecen los terroristas yihadistas que sembraron de muerte y de dolor infinito las calles de Madrid y de otras ciudades europeas. Ahora bien, las víctimas, todas las víctimas, incluso aquellas que recuerdan a sus muertos sin la presencia obligada de las autoridades, no pueden ser juez y parte, ya que la justicia en un estado de derecho la imparten los Tribunales. La magistratura ha fallado ya y Gallardón, fiscal en excedencia, lo sabe perfectamente.

Ha dicho Gallardón que existe una violencia estructural que empuja a las mujeres al aborto. Si fuera consecuente con tan peculiar análisis Gallardón debería presentar soluciones removedoras de obstáculos y presiones tan dañinas. A mi juicio la reforma laboral no ayuda mucho. Facilita el despido barato por bajas médicas repetidas y legaliza la flexibilidad horaria y la movilidad geográfica y profesional, normativas difíciles de asumir por la conciliación familiar y los proyectos de maternidad de muchas mujeres. Las leyes despenalizadoras de la interrupción voluntaria del embarazo no obligan a nadie y nada tienen que ver con las estrecheces económicas y las dificultades familiares que terminan por frustrar tantas paternidades deseadas.

Les voy a referir un último episodio a modo de colofón: Ruiz Gallardón afirma que ser ministro del Gobierno de España es lo más importante que ha hecho en su vida política. Parecería, según entiendo, que prioriza la cartera encomendada por la voluntad personal de don Mariano Rajoy sobre los cargos conferidos por la voluntad popular expresada en las urnas por millones de madrileños. Gallardón es muy libre de interpretar los hechos como quiera, pero a mí me parece muchísimo más decisivo para su carrera política obtener en Madrid cuatro mayorías absolutas consecutivas, unos resultados espectaculares que le han permitido presidir la Comunidad y el Ayuntamiento capitalino, instituciones dotados por cierto con presupuestos muy por encima de los destinados a la mayoría de los ministerios. Sosiéguese don Alberto, la suya es una competición de fondo y no le conviene descomponerse en los primeros kilómetros, no vaya a ser que llegue a la recta final agotado y sin facultades para acelerar en los últimos metros.

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Fernando González

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