viernes, abril 26, 2024
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Un gato le come la lengua a Aguirre

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Podría ser el titular de una noticia que, aunque encierra una metáfora, no deja de ser cierto pues contiene tanto la idea figurada como la real: el silencio. Esperanza Aguirre no habla del congreso del PP. Qué malos momentos debe estar pasando al comprobar que ya no es lo que era en el partido y que, incluso, algunos en el cónclave se daban la vuelta para evitar saludarla. Sus compañeros saben que tiene colocada la cruz y que su vida política se extingue como una llama sin oxígeno.

Aunque en las vísperas de la reunión popular quiso marcarse un farol y volver a dar la nota con aquello de que a los presidentes del partido los eligieran los militantes, desde entonces ha hecho mutis por el foro. En ninguno de los actos públicos o propagandísticos que ha tenido la lideresa, en ninguno ha querido pronunciarse ni hacer balance sobre el congreso.

No es de extrañar, pues una vez más ha salido trasquilada.

Lo más que ha podido hacer es colocar a Ignacio González como vocal del Comité Ejecutivo Nacional del PP. Como vocal sin ningún tipo de responsabilidad en el aparato de Génova. En cierto modo fue un gesto de Rajoy para demostrar a Aguirre que quien manda es él y que lo ha incluido en dicho Comité cuando ha querido él y no cuando quiso ella, hace cuatro años.

Siendo dolorosa esta situación para Aguirre, más lo es sin duda la inclusión de Manuel Cobo al frente de una Secretaría política del partido. Eso sí que es una afrenta y un puñetazo en el estómago, como han interpretado muchos compañeros de Aguirre. Eso si que ha dolido a la presidenta madrileña. Ver a Cobo –al expedientado Cobo y al que ella y su vicetodo pretendieron expulsar del partido-  ocupando los lugares al lado de Rajoy que ella pretendía para González, ha dejado a la lideresa sin respiración, desnortada y sin habla.

Son los peores momentos que está viviendo en el partido. Claro que si hay una responsable de su situación es únicamente ella. Ha puesto tantas zancadillas, ha tirado tantas piedras para después esconder la mano y ha sacado tantas veces la lengua a paseo que, al final, el gato se la ha comido.

En este caso, el minino –ya sabe el lector que a los madrileños nos llaman “gatos”- ha sido Gallardón con el apoyo de Rajoy.

Era cuestión de esperar que los errores cometidos por la condesa consorte de Murillo le pasaran factura. Para esto hay otra frase que da vida a un refrán castellano y que puede ilustrar perfectamente lo que le ha sucedido a Aguirre, pero mejor obviarla para evitar malos entendidos y peores interpretaciones.

Lo cierto es que el gato no ha esperado a que llegara el día 11 de noviembre. Hasta entonces, y abierta la veda, hay otros muchos que ya están formado cola afilando los cuchillos.

Es lo que tiene la prepotencia y la vanidad desmedida.


Alfonso García

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