jueves, abril 25, 2024
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La guerra de Zapatero

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Es como un maleficio, pero no hay Presidente que en España haya sido que no haya tenido su guerra. Ahora le ha tocado a José Luis Rodríguez Zapatero. Es un pacifista a quien le basta la legalidad internacional para mostrarse tranquilo a la hora de dar el visto bueno a la guerra. El que la decisión de enviar aviones a territorio libio tenga el amparo del Consejo de Seguridad que ha apoyado la intervención por la mínima y sin especial entusiasmo, efectivamente reviste de legalidad la guerra, que es de lo estamos hablando pese a que el Presidente huya de este término como de la peste.

Hay legalidad pero sólo eso. La intervención se ha convertido en un auténtico laberinto para sus protagonistas. Obama no quiere protagonismo cuando aun tiene abiertos los frentes de Irak y Afganistán; Alemania se centra en su cruzada monetaria; la Liga Árabe pone pegas—y más que va a poner—y la OTAN está en si pero no, de manera que “la coalición” se las tiene que arreglar para poner orden entre ellos. Todo indica que Sarkozy es el que tiene mando en plaza, el que marca la pauta y España , que forma parte de la coalición, a lo que se le diga.

Previo a este laberinto está el de la propia resolución 1973 que sólo autoriza la actuación de aviones para evitar que los aviones de Gadafi bombardeen a sus opositores. Además no se pretende echar al dictador. Se pretende la protección de los civiles que están siendo atacados por tierra, pero el terreno está vedado a la coalición y para que no falte nada nos encontramos con que la interpretación del mandato de la ONU tiene amplios márgenes, de manera que no se sabe a ciencia cierta que es lo que se puede y no se puede hacer y menos claro aún está el objetivo de esta guerra.”Proteger a los civiles” se dice. Pero ¿Cómo protegerles si lo que está excluido es echar a Gadafi?. Es obvio que Europa no podía consentir sin inmutarse la situación creada por Gadafi, pero no parece que lo de “la exclusión aérea” sea una decisión eficaz.

El cúmulo de cuestiones no claras es inmenso, pero eso no ha impedido a nuestro Presidente defender casi con entusiasmo su decisión—Rajoy se lo recordó varias veces—de intervenir en Libia; es decir, de asumir su guerra. Desde Mayo del año pasado, el Presiente se ha tenido que poner trajes que nunca imaginó. Primero, adoptando medidas económicas que ni en pesadillas imaginó tuviera que suscribir y ahora la guerra de Libia que ha sido una decisión libérrima del propio Presidente; nadie se la impuesto. Dice que no hay incoherencia en sus posiciones, pero no hay que descartar que cuando se mire al espejo se pregunte quien es él. Es demasiado para aquel que hace ocho años afirmó “el poder no me va a cambiar”. ¿Alguien imagino que Zapatero también tuviera su guerra?

Charo Zarzalejos

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