Nadie podrá alegar desconocimiento. Estaba cantado que subiría la tarifa eléctrica -siempre sube-, y como el petróleo también está al alza, suben los billetes de tren, el gas y de paso, el pan, la pasta y otros alimentos que no son precisamente de lujo. Además, los bebés que nazcan el 1 de enero ya no vendrán con 2.500 euros debajo del brazo y a no tardar desparecen los 426 euros para aquellos parados que no reciban ninguna otra prestación pública. Tengan la seguridad de que tendremos que cotizar más años para cobrar una pensión no superior a la actual y además la edad de jubilación será a los 67 años aún cuando su aplicación se vaya a realizar de forma gradual.
Así, con recortes y subidas abandonamos el 2010 para adentrarnos en un 2011 en el que todos seremos más pobres, la crisis no nos abandonará y solo al final del mismo es posible, que no seguro, se comience a crear algo de empleo. En el terreno económico va a ser un año muy duro porque dura es la crisis y duro será aceptar que ya nunca vamos a vivir como hemos vivido, que los días de vino y rosas han pasado y quien sabe si para siempre.
Se puede alegar y con mucha razón que si nuestro Gobierno hubiera aceptado desde el minuto uno la gravedad de la situación y se hubiera aprestado a tomar medidas, es posible que hoy nuestro panorama fuera un poco más optimista pero la realidad no sería menos dura. Y la realidad es que nos veremos obligados a modificar hábitos y a mentalizarnos para afrontar reformas que resultan imprescindibles si queremos conservar el modelo de bienestar que tenemos.
De todos estos asuntos hablaremos en el 2011 con el añadido de un clima electoral que promete ser eléctrico y en el que lo único seguro es que será el año en el que sabremos si Zapatero es o no candidato. Menos es nada ¿no les parece? Mientras tanto, apuremos lo que queda de este año y celebremos que lo hemos vivido.
Charo Zarzalejos