viernes, abril 19, 2024
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Comadronas de una nación

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La administración Obama, cuestionada por doquier por las ambiciones nucleares de Irán y la política arriesgada norcoreana, se encuentra a punto de alcanzar un importante avance diplomático en Sudán. Salvo fallos técnicos que aplacen la votación, o actos inesperados de violencia, el sur de Sudán aprobará un referéndum de independencia el día 9 de enero. Seis meses más tarde ondeará una nueva bandera y se interpretará un himno nuevo. Es una empresa infrecuente, arriesgada y profundamente estadounidense: hacer de comadrona del parto de una nación nueva. 

Hace apenas seis años, este resultado parecía imposible. El norte mayoritariamente musulmán y el sur mayoritariamente cristiano estaban inmersos en una guerra civil de dos décadas que desató el genocidio, dio lugar a millones de refugiados y se cobró alrededor del triple de vidas que la Guerra Civil americana. Pero en 2005, la administración Bush arbitró el Acuerdo Integral de Paz (CPA), que dio lugar a un gobierno de unidad y prometía un referéndum de independencia al sur en 2011. 


Hace apenas seis meses, la implantación del CPA parecía improbable. El fraude electoral en los comicios locales había agravado las divisiones amargas, violentas en ocasiones, en el seno del sur. Y la política de la administración Obama hacia Sudán era descoordinada, ineficaz y criticada de forma generalizada. 


Pero el verano de 2010 fue un punto de inflexión. La administración se serenó a causa de la esperanza de un referéndum a menos de 200 días para el que nadie estaba preparado. La Secretario de Estado Hillary Clinton venía presionando para elevar la cuestión a nivel presidencial, exigiendo, según un funcionario, «un equipo, una lucha». En agosto, el Presidente Obama anunció que Denis McDonough, el jefe de gabinete del Consejo de Seguridad Nacional y hoy adjunto en funciones de Interior, coordinaría una respuesta unificada. El enfoque común de la administración, bautizado «la hoja de ruta», prometió públicamente al régimen de Jartum una serie de estímulos — volver a evaluar su integración en la lista de estados patrocinadores del terrorismo, abrir el levantamiento de las sanciones e iniciar conversaciones acerca de la condonación de la deuda — a cambio de permitir al sur marcharse por la puerta de atrás. El Senador John Kerry trasladó mensajes y aplicó presión tanto a Jartum como a la capital del sur situada en Juba. Fue una agresiva campaña de defensa. 


Los líderes del sur aprovecharon la ocasión, alentando un diálogo interno que ha paliado el nivel del conflicto y la violencia en el sur. Y hay elementos del régimen de Jartum que parecen dispuestos a la aceptación lenta de la independencia del sur, calculando que la hoja de ruta podría aliviar el aislamiento de Sudán como estado paria, y probablemente convencer de que la reconquista militar del sur de todas formas no es una opción a contemplar. 


Todo avance diplomático es recompensado con complejidades nuevas. Entre el referéndum de la independencia de enero y la independencia total el 9 de julio de 2011, habrá que resolver un amplio abanico de cuestiones — referentes a las fronteras, la ciudadanía, la seguridad y el reparto de los ingresos del crudo. Será un ejercicio de alto riesgo y fomento de la confianza entre dos potencias más acostumbradas al conflicto. El sur de Sudán precisará de ayuda considerable para evitar el destino de un estado disfuncional — sobre todo para levantar su capacidad de administración y combatir la corrupción. La cuestión del destino de los refugiados del sur en el norte — hay entre 1,5 y 2 millones — va a ser especialmente dedicada. Será fácil que estos refugiados se conviertan en rehenes. Y otra región sudanesa rebelada – Darfur, al oeste – sigue siendo una ensalada de conflicto bélico abierto y negociaciones frágiles, en la que los civiles siguen sufriendo. 


Pero hasta los éxitos diplomáticos parciales son dignos de celebrarse — y éste es menos parcial que la mayoría. Suponiendo que la última vuelta de una larga carrera se complete, la independencia del sur permitirá gobernar y defenderse solos a estos pueblos que sufren desde hace tanto — un resultado que sigue siendo satisfactorio para una potencia revolucionaria como América. Y la soberanía del sur limitará permanentemente la capacidad de Jartum de causar daños en la enorme región a la que durante tanto tiempo ha castigado. Este éxito también representa la continuidad bipartidista de la política exterior norteamericana — un proceso de paz iniciado en una administración y prolongado por otra.
 

El mensaje más oportuno trasladado por este logro se refiere a la naturaleza de la labor diplomática. Era la intención de las recientes revelaciones de WikiLeaks dar a conocer los nombres de los diplomáticos estadounidenses y denunciar su maligna influencia en el mundo. Bueno, aquí tiene una revelación propia. Personas como McDonough, Michelle
 

Gavin y Samantha Powers en la Casa Blanca, junto a Johnnie Carson, Scott Gration y Princeton Lyman en el Departamento de Estado, se valen de la influencia estadounidense para nobles fines. Menciono sus nombres (ninguno secreto) porque encarnan la forma en que funcionarios públicos eficaces y preparados pueden modelar la historia, mejorar las vidas de millones y llevar distinción al país al que sirven.

Michael Gerson

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