viernes, abril 26, 2024
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Obama apesadumbrado pero no arrepentido

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Barack Obama es un caballero de múltiples talentos. La contrición, sin embargo, no destaca entre ellos.

El presidente, en comparecencia ante los medios en el East Room tras lo que llamó su «paliza» en las urnas, admitió que había sido «una noche larga». Confesó que «se siente mal». Reconoció «pesar» porque tantos amigos y aliados suyos hayan perdido sus escaños.

Pero lo que no reconocerá es que sus políticas contribuyeron en alguna medida a la paliza y el pesar.

Ben Feller, de Associated Press, preguntaba si admitía que las legislativas habían sido «un rechazo tajante a su agenda».

Obama negó. «Lo que evidencian es gran frustración con el hecho de que no hayamos hecho suficientes progresos en economía».

Savannah Guthrie, en la NBC, destacaba que «no parece reflejar ni lamentar mínimamente ninguna de las decisiones legislativas».

«Durante los dos últimos años, hemos tomado un grupo de decisiones muy difíciles, pero decisiones que fueron acertadas», tronaba Obama.

«¿Va a seguir resistiéndose a la noción de que los electores rechazaron de forma taxativa las decisiones legislativas que usted tomó?»

«Los votantes no están satisfechos con el resultado», decía el presidente.

Poco importaron las muchas formas en que la prensa elaboró la pregunta, la respuesta fue la misma. Ed Henry sugería en CNN que puede haber «una mayoría de estadounidenses que creen que sus políticas nos llevan marcha atrás», y preguntaba: «¿Rechaza usted esa idea de plano de que sus políticas pueden ir marcha atrás?»

«Sí», respondió Obama bruscamente.

Los fallos que sí admitió fueron los de táctica y comunicación. No es que tenga relaciones envenenadas con el sector privado, decía, sino que tiene que hacer un mejor trabajo «a la hora de marcar el tono correcto en público». No es que sus políticas económicas fueran defectuosas, decía, sino que la gente «no ve» el progreso.

Peter Baker, del New York Times, preguntaba a Obama por los terrenos en los que está dispuesto a hacer concesiones con los Republicanos. «He estado dispuesto a transigir en el pasado, y voy a estar dispuesto a hacer concesiones en el futuro para salir adelante», respondía el presidente.

Obama se absolvía para terminar hasta de los errores de comunicación que reconocía. «Un par de comunicadores geniales, Ronald Reagan y Bill Clinton, estaban en esta palestra transcurridos dos años de su presidencia siendo objeto de preguntas muy parecidas, porque, ya sabe, la economía no funcionaba como debía funcionar», decía.

En una cuestión tras otra, Obama indica que no va a haber desviación. En una mención expresa a las esperanzas del Partido Republicano de derogar la legislación sanitaria, decía que los estadounidenses «no quieren pasar los dos próximos años volviendo a librar las batallas políticas de los dos últimos años». Cuando Mike Emanuel señaló en Fox News que uno de cada dos votantes, según los sondeos a pie de urna, es partidario de la derogación, Obama respondía: «También significa que uno de cada dos votantes cree que es lo correcto».

Decía que «todo el mundo en la Casa Blanca entendió» que sus esfuerzos por rescatar la economía se podrían retratar como intrusiones de la administración en el sector privado, pero «creímos que eran necesarias». Se negó a descartar la iniciativa de la Agencia de Protección Medioambiental por regular las emisiones contaminantes. Se comprometió a ser inflexible con los esfuerzos Republicanos por recortar el gasto público en educación, investigación e infraestructuras, recordando a su audiencia que «ya teníamos un gran déficit que yo heredé».

Aguardando la llegada de Obama en el East Room, Henry, el de la CNN, especulaba en directo acerca de «una corrección suave de rumbo» por parte de Obama. Pero cuando llegó el presidente, con gesto fúnebre y de sombrío gris, su rumbo de corrección fue superficial casi en su totalidad: No utilizó el cue para su introducción; dio la tercera pregunta del turno a Fox News; y, respondiendo a la sugerencia de Hans Nichols en Bloomberg Televisión, sonrió ampliamente y dijo que recibiría al presidente entrante de la Cámara John Boehner con motivo de un «encuentro del fresisuis» — una referencia a la bebida vendida en las gasolineras 7-Eleven que Obama había dicho que los Republicanos bebían mientras los Demócratas trataban de reparar la economía.

Lo más cerca que estuvo de reconocer un fallo de contenido fue que faltó a su promesa de «cambiar la forma en que se hacen las cosas en Washington». Explicaba: «Tuvimos tanta prisa para hacer las cosas que no cambiamos la forma en que se hacen las cosas».

En un lamento presidencial escuchado a muchos de sus antecesores, Obama habló de «estar metido en la burbuja» de la Casa Blanca. «Cuando estás aquí, es difícil no parecer distante», decía.

La conclusión de Obama: «Marcharme de aquí» — de la Casa Blanca — «es bueno para mí».

En eso por lo menos, probablemente tenga el apoyo Republicano.

Dana Milbank

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