sábado, abril 27, 2024
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Comercio y derechos humanos

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Los países iberoamericanos son muchos y, algunos, peculiares. Evo Morales, después de explicar sus teorías sobre el pollo y la virilidad (que más que anécdota es un síntoma de su capacidad intelectual), aprovechó su estancia en Madrid para acusar al PP de haber participado en un intento de golpe de Estado contra él sin ninguna prueba (que más que una indignidad es también un síntoma de su peligrosa arbitrariedad para los que están bajo su dominio). Chávez no ha podido decir ninguna tontería porque no ha venido, como tampoco Castro, aunque su canciller se marcó una soflama sobre la “gobernanza mundial dictatorial” sin que se levantaran de sus sillas todos los demás negándose a escucharle mientras se mantenga la tiranía cubana y la persecución a los disidentes. Si se trata de abrir la puerta a una mejor Iberoamérica, en la que Europa tiene algo que decir, resultan chocantes los recelos con Honduras, que ha celebrado elecciones libres tras el golpe, y la complacencia con la dictadura de Castro.

El Gobierno español, agobiado por la situación interna y desprestigiado en el exterior, parece haber optado por la retórica grandilocuente. El presidente, en la última fase de una presidencia rotatoria que no ha causado más que problemas, asegura estos días, que España va a dar un impulso importantísimo a la Unión. La vicepresidenta que se va a lograr colocar a los países iberoamericanos en el corazón de Europa. Eso sí que sería una revolución planetaria ahora que Obama se ha puesto a regañarnos. Pero los intereses de la mayoría de los países presentes en la Cumbre son más concretos y se vienen trabajando desde hace tiempo con una lentitud pasmosa. Más valdría mantener el impulso a los acuerdos comerciales que, por zonas, se han activado en Madrid y dejar a cada cual en su sitio.

Lo que España y la Unión Europea no pueden tampoco dejar de lado es su compromiso con los derechos humanos y con las libertades civiles. Unos y otras son vulnerados en un grupito de países bajo la influencia de los petrodólares venezolanos, ahora convertidos en bolivarianos, y, sin excesos pero con voluntad radical, deben ser defendidos con la misma fuerza que denunciadas algunas prácticas gubernamentales de esos mismos países. Tarea para las grandes metas sí que tiene el presidente Rodríguez Zapatero aunque a menudo se distraiga. O se haga el distraído.

Germán Yanke

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