jueves, abril 18, 2024
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Los políticos como problema

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La gran mayoría de los españoles que se dedican a cualesquiera de las actividades políticas que tienen cabida en la democracia es gente honrada y eficaz en su cometido que goza del respaldo de las urnas y, por tanto, de la voluntad popular. Conviene tenerlo presente porque no se puede confundir la parte con el todo; y si bien se mira, los cargos electos que abusan de su estatus y se consagran a enriquecerse por medios ilícitos, son la excepción en el conjunto de varios miles de personas que entregan ocupación y tiempo a la cosa pública, las más de las veces con remuneraciones por debajo de la media del nivel al que pudieran optar en la sociedad civil.

El introito viene a cuento de los resultados de la encuesta titulada «Realidad Social de Andalucía» (ERSA), que acaba de publicar el Centro de Estudios Andaluces después de preguntar en visita personal a una muestra de 1.200 personas de las ocho provincias del sur. Si bien, como podrá imaginar todo hijo de vecino, el paro y la crisis económica centran las principales preocupaciones de los encuestados, resulta inquietante que el tercer puesto en el podio lo ocupen los políticos. Los políticos, en general y a escala nacional, como clase específica dentro de la variada actividad profesional de los españoles.

El Centro de Estudios Andaluces, dependiente de la Consejería de la Presidencia de la Junta, es un reputado órgano de análisis demoscópico que se caracteriza por su independencia y neutralidad, como tiene acreditado después de haber dado algún disgusto al partido gobernante con la impecable publicación de resultados desfavorables para el PSOE, en ocasión reciente, al indagar sobre la intención de voto. No se conocen en Andalucía objeciones al trabajo de este equipo de investigadores al frente de los cuales está Demedio Pérez Carretero.

Es la primera vez que la clase política se cuela entre las primeras preocupaciones de los andaluces, desplazando así a otras variables fijas, como lo eran el terrorismo y la inseguridad ciudadana. Y el dato no debe echarse en saco roto porque es indicativo de un malestar, si aún no generalizado, sí emergente en la opinión pública y con síntomas de consolidar tan destacado lugar en la pole position de las inquietudes de la gente de a pie. Y ello es consecuencia de la larga temporada de escándalos que arrastran ciertos políticos, que si bien su número no es abultado sí lo son los casos y las causas que los mantienen en la picota de los medios de comunicación por su indudable interés y cotización en el ranking informativo. Si a ello sumamos la creciente presencia en el panorama mediático de periódicos, emisoras de radio y televisión y portales digitales de tintes amarillentos, el eco de tales noticias impacta sobre el común de los mortales en los términos que refleja la encuesta de ERSA.

No hay otro camino para la recuperación de la dignidad y la credibilidad de la clase política que el de la depuración sin atajos de los casos de corrupción, que ha de empezar en el seno de los propios partidos extirpando las metástasis que puedan darse entre sus órganos rectores, cuadros y militancia. Ha sido muy laboriosa la construcción del régimen democrático que disfrutamos en España, extraordinariamente aplaudido por todo el mundo nuestro proceso de transición y alabada y ensalzada la Constitución de 1978 como para que una panda de desalmados venga a empañar las conquistas políticas y sociales de las que todos los españoles nos sentimos legítimamente orgullos.

Pero cabe asimismo asignar una parte alícuota de responsabilidad al clima de permanente enfrentamiento entre los líderes políticos, de suerte que hoy en el Congreso de los Diputados, es un decir, no sería posible consensuar ni la ley de la gravedad. El desconcierto de la ciudadanía es comprensible cuando, en medio de la mayor crisis económica desde la Guerra Civil, a nuestros padres de la patria no se les mueve el alma a la hora de alcanzar pactos como los recientemente naufragados de Zurbano, ni siquiera acuerdos laborales en manos de la patronal y de los sindicatos. La actitud del Gobierno de esperar a ver si escampa mientras siguen cayendo chuzos de punta termina por dibujar el cuadro de la decepción con la clase política que empiezan a denunciar los ciudadanos.

Los expertos auguran todavía un largo calvario hasta que España logre salir de la crisis. Indicadores macroeconómicos y datos aún calientes de desempleo, por encima del veinte por ciento, son expresivos de la realidad en que nos debatimos. Es difícil encontrar una familia en la que alguno de sus miembros no esté apuntado al paro. Y sin embargo, otra España irreconocible e irresponsable de la izquierda trasnochada y los cómicos y advenedizos de siempre se dedican a atentar contra el poder judicial en medio de la algarabía callejera propia de tiempos olvidados.

No es de extrañar, por tanto, que la foto fija de las encuestas recoja esa imagen movida de la clase política, por muy injusto que nos parezca confundir la parte con el todo.

Francisco Giménez-Alemán

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