viernes, abril 26, 2024
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Patria o muerte

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La gran esperanza blanca de occidente en el régimen cubano ha descubierto sus cartas de la forma más triste y despiadada posible. Raúl Castro ha dejado morir a Orlanzo Zapata Tamayo. Lo ha hecho sin miramientos, sin un ápice de humanidad ni preocupación por un ciudadano cubano que estaba bajo su responsabilidad proteger. El colmo de la humillación de Zapata, algo que puede aplicarse a todo el pueblo de Cuba, fue la celebración de un funeral prácticamente en la clandestinidad, controlado en todo momento por las fuerzas represoras del régimen. Algo de eso sabemos en España. Algo de terrorista tendrá un Gobierno que introduce a sus ciudadanos en la parte trasera de coches de fabricación china para intimidar su libertad y amedrentar sus ganas de reivindicar un cambio en la isla. Si el terror y el miedo son la garantía de cohesión de cualquier Estado, la barbarie se ha instalado en su Gobierno. No hay más.

El desaparecido Fidel, a ratos visible por la vía epistolar en Granma o por el ya clásico montaje del chándal emulando a Eva Nasarre, seguirá siendo para algunos el máximo culpable de lo que pasa. Y quizás sea así. El que bajase de Sierra Maestra para liberar Cuba ha terminado echándose al monte para torturar a los cubanos. Triste final el de una revolución que enamoró al mundo y echó al dictador Batista y sus casinos al mar, que era donde merecía estar. Pero ahora hay que señalar, con el mismo dedo con el que algunos apuntaron a la luna, al responsable oficial y penal de lo que ocurre. He dicho penal, sí. Ya va siendo hora de que en la Corte Penal Internacional de La Haya alguien comience a mirar hacia el Caribe. Si unas décadas de dictadura, con todas sus terribles consecuencias y actos malvados, no son suficientes para abrir un proceso a Fidel Castro & Brother y sus compañeros de viaje, tendremos que volver a definir los delitos que como parte del mundo supuestamente civilizado estamos dispuestos a perseguir.

Pero que no se equivoque nadie. Salvo contadas excepciones, la punta de lanza del exilio cubano que dirige sus operaciones desde Miami me inspira poca o ninguna confianza. Después de las amenazas que el artista colombiano Juanes sufrió por ofrecer un concierto en la isla, los enteros como alternativa de muchos de estos colectivos que operan desde Florida quedaron a la altura de los de Lehman Brothers.

Leer a los blogeros cubanos que están la isla contar lo que pasa a través de sus bitácoras; conocer gracias a Twitter más noticias y enterarse de la muerte de un ser humano por negarse a comer pidiendo únicamente la libertad, abandonado a su suerte por los responsables de su propio país, es un sentimiento que me produce menos impotencia que asco. «Patria o muerte», decía Fidel, mientras era coreado por los abanderados del silencio y el ascenso en el escalafón del partido único. Patria o muerte era el mensaje, que se ha quedado sólo en lo segundo.

Terrible.

Ion Antolín Llorente

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