Una democracia cada vez más degenerada
El Tribunal Constitucional lleva ya tres años preparando su laboriosa decisión sobre el Estatuto catalán. Altísima eficacia. Parece que está ya a punto de dar a luz, luz que sin duda iluminará a la deteriorada democracia española. No parece que vaya a ser así según los rumores, que normalmente corresponden a filtraciones, que circulan. En su trapicheo político, que no argumento jurídico, algunos de los magistrados no olvidarán de quién proceden sus nombramientos.
La portavoz de Unión, Progreso y Democracia (UPyD), la diputada Rosa Díez, ha tenido la valentía esta semana de decir lo que muchos piensan. Ha denunciado la "incompetencia, irresponsabilidad y sectarismo [del Tribunal] practicando un política seguidista del Gobierno". Lo ha hecho a propósito de la reciente aprobación en la comisión de educación del Parlamento catalán de la ley lingüística que blinda la enseñanza en catalán y excluye el castellano. Lo ha definido correctamente como un "golpe antidemocrático". Este tipo de actuaciones por parte del Gobierno y del Parlamento catalanes son posibles porque no se olvide que mientras no haya resolución del Constitucional todo el contenido del Estatuto está vigente. Se va desarrollando mientras el Gobierno de la nación, principal responsable de este desaguisado, mira para otro lado.
Es el principal responsable porque este tema de un nuevo Estatuto, que nadie reclamaba y al que la ciudadanía de Cataluña era completamente ajena (véanse las encuestas de entonces) se inicia por la irresponsabilidad de Zapatero, que lo impulsa y que además declara que en Madrid se aprobará lo que apruebe Cataluña. Y a la cabeza de la manifestación, no los nacionalistas sino dos "socialistas", el "federalista asimétrico" Maragall (el que proclamó, una vez aprobado ese Estatuto, que el Estado era ya "residual") y el converso "Josep" Montilla, siempre deseoso de hacer méritos. Después, una vez aprobado y presentados recursos ante el Constitucional, todo ello acompañado de amenazas de echarse al monte por parte de los nacionalistas en caso de que la sentencia del Constitucional no les gustase. Un ejemplo de democracia y juego limpio.
El seguidismo del Constitucional y su demora inadmisible en resolver este tema crucial, fruto simplemente del sistema de designación de sus integrantes (como ocurre en el Consejo General del Poder Judicial), así como la actuación desleal de los partidos catalanes que aprobaron una norma que de hecho modifica por vía torticera la Constitución, son un par de muestras del estado de deterioro de nuestra democracia, cada vez más dirigida. No son los únicos ni mucho menos, hay muchos más, cada vez más. La institucionalidad originada en la transición y plasmada en la Constitución está agujereada y caduca. Una regeneración democrática es imprescindible, pero eso es algo que no quieren emprender los dos grandes partidos y sus satélites.
Luis de Velasco