El Popular asume la realidad
El Banco Popular fue tradicionalmente prescriptor ideológico de la banca, las opiniones y posiciones de sus dirigentes eran analizadas por los competidores, que tomaban buena nota. Eran capaces de anticipar y de sorprender y era un banco solemnemente aburrido, lo cual significa extraordinariamente virtuoso, porque cuando un banco no es aburrido en sus cuentas es que es audaz y peligroso. El Popular de ahora es algo más inquietante, le pasan cosas que antes no pasaban, parece como los demás e incluso en alguna ocasión peor que los demás.
Como ejemplo de esas novedades puede servir que la nota facilitada ayer se parecía a las de otros bancos y situaciones, empezaba con enredos del tipo "el beneficio recurrente", que es una de las fórmulas utilizadas para disimular. Beneficios hay muchos, tantos como se quieran interpretar, pero beneficio de verdad sólo hay uno: el de la última línea de la cuenta.
El beneficio de verdad del Popular el pasado trimestre es de 225 millones de euros, un 30% menos que el del mismo periodo del año anterior. Un buen beneficio con la que está cayendo. Para disimular, el banco destaca en el primer párrafo de su nota que el beneficio recurrente llegó a los 300 millones de euros, igual que el del otro trimestre de referencia, el de hace un año.
Otro dato objetivo relevante es que hace un año el banco se valoraba en Bolsa en casi 14.000 millones de euros y que ahora, con un tamaño y perímetro muy semejante, se ha quedado en menos de 6.000 millones de euros. No es nada excepcional, es lo que ha ocurrido en el sector, y para lo que no faltan motivos.
De manera que constatado que los gestores del banco sienten un poco de vergüenza y pesar por los resultados efectivos, y que aspiran a más y mejor, merece la pena destacar que el balance es sólido y fiable, que los márgenes mejoran y que el banco hace sus deberes aumentando provisiones y recursos propios y controlando gastos, tamaño y riesgo, tal y como siempre ha sabido hacer.
El Popular está pasando por una dura prueba: sentirse y saberse falible, torpe, sorprendido por la realidad y protagonista de errores de juicio. Aun con eso sus rendimientos son buenos y tiene capacidad de rectificación. Por todo ello los resultados son razonables, apuntan mejora para el futuro y revelan que las viejas perfecciones siguen viviendo en la casa.
Fernando González Urbaneja