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Suor Angelica en el Real

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“España vista desde fuera está bien, desde dentro está para llorar”. No lo digo yo, lo dice el Rey y lógicamente el Teatro Real, como dispone su propio nombre, ha estrenado Suor Angelica que es un seguro de lágrimas. Me encanta esta obra.

Suor Angelica, ópera corta de Puccini incluida en Il Tittico es un cuento con milagro. Se diría que es una versión a la inversa de la Cenicienta con milagro final propio de Marcelino Pan y Vino. Demasiado para el lagrimal. Aquí el aspecto emocional se ha rebajado en cantidad: tanto en la puesta en escena debida a Lluis Pasqual, como con la muy pragmática dirección musical de Ingo Metzmacher e incluso los cantantes, con mención especial para Veronica Dzhioeva y Deborah Polaski, que pese a todo no lograron eclipsar el recuerdo de Raina Kabaibanska en su ya mítica interpretación en el Teatro de la Zarzuela. Por cierto que cada día crece el número de nostálgicos de aquellas temporadas de la Zarzuela.

También de paso hemos tenido debate a cuenta del compositor. Que si Puccini está sobrevalorado o que no se interpreta bien, etc. Aquí se buscan problemas donde no los hay y por ello se tiende al llamado sufrimiento inútil. La crítica ha ahondado en este asunto tan peregrino que también me provoca lágrimas, porque si después de una vida en la que me he emocionado con Tosca, llorado con La Boheme y reído con Gianni Schicchi, se discute al compositor o se utiliza aquello del “si, pero”, pues apaga y vámonos.

Como pueden observar cada vez soy más una aficionada apasionada que una crítica objetiva y documentada, cosa que nunca he pretendido.

Suor Angelica no vino acompañada de las otras dos óperas que constituyen Il Trittico. Debe ser una cuestión de recortes pues la cosa se quedó en un díptico. El acompañante en esta ocasión fue una ópera de Luigi Dallapiccola llamada Il Prigioniero. Ambas obras constituyen una extraña pareja, unidas solo por el sufrimiento causado por razones fáciles de comprender. Cada una tiene lo suyo, pero si bien Angélica emociona, el relato de la noche antes de ser ejecutado Il Prigioniero por orden de Felipe II y El Gran Inquisidor, con la colaboración habitual del Duque de Alba, directamente deprime. Por ello, sin desmerecer los méritos de la obra y de los cantantes Vito Priante y Donald Kaasch, es de agradecer que se represente en la primera parte, ya que el ambiente no está para muchos experimentos. Salir del Real emocionada tiene lógica. Pero si sales a la lluvia y el frío del otoño madrileño llorando y deprimida, la cosa es para pensárselo.

En cualquier caso, como los buenos partos, Il Prigioniero dura una horita corta.

 

Concha Carbajo para Estrella Digital

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