miércoles, abril 24, 2024
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El durísimo testimonio de Lucía Rivera, maltrato físico y psicológico por parte de dos de sus exnovios: «Sentía una especie de muerte dentro de mí»

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Elena Sánchez-Beato
Elena Sánchez-Beato
Periodista especializada en Periodismo Digital y Datos con una amplia experiencia en redacción sobre moda, belleza, celebrities y lifestyle.

Lucía Rivera, modelo gijonesa de 24 años e hija biológica de la actriz Blanca Romero y adoptiva del torero español Cayetano Rivera, ha confesado un duro testimonio sobre lo difícil que ha sido y sigue siendo su vida plasmándolo en un libro que verá la luz el próximo 22 de marzo. Bajo el título ‘Nada es lo que parece’, Lucía habla sobre el miedo, acoso, bullying, vicios, fama y también sobre el maltrato físico y psicológico que sufrió por parte de dos de sus exparejas. También habla sobre sus complejos físicos, su salud mental y los peligros del mundo de la moda.

«En este libro he vaciado una mochila que pesaba toneladas». Así, la modelo ha sacado su vida más íntima y personal a la luz en una primerísima persona revelando una desgarradora biografía que, sin duda, cuando salga a la luz dará mucho que hablar. A corazón abierto, Lucía Rivera cuenta cómo desde su nacimiento, las cosas ya se pusieron difíciles. Nació con dos fémures rotos y poco tiempo después de nacer, sufrió una parada cardíaca. Actualmente es uno de los rostros más conocidos en el panorama nacional y algunas de sus ex parejas más mediáticas han sido el piloto Marc Márquez o el futbolista Nacho Méndez.

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Instagram: @luciariveraromero

‘Nada es lo que parece’, el libro de Lucía Rivera donde confiesa que sufrió maltrato por parte de dos ex parejas

En ‘Nada es lo que parece’, nombre que hace referencia sobre todo al mundo de la moda, en el que probó suerte y terminó encontrando su camino, Lucía Rivera habla de sus relaciones sentimentales. Con solo 16 años, recibió maltrato psicológico del que fue su primer novio. Le prohibía salir con sus amigas, le revisaba el teléfono e incluso cómo iba vestida. Tal y como adelanta Europa Press, Lucía hace referencia a esta horrible relación diciendo que «a medida que intentaba liberarme de esas cadenas, él las apretaba más. Se presentaba en la puerta de mi casa, aparecía gritandobuscaba a hombres dentro del armario pensando que le estaba engañando y me gritaba hasta que le daba el móvil y le dejaba revisarlo».

Cuando por fin dio por finalizada esta agonizante relación, conoció a su segunda pareja, de la que también terminó recibiendo no solo maltrato psicológico, sino también físico. Lo que parecía un buen chico terminó siendo un monstruo. «Ahora que me paro a pensarlo, reconozco que fui la víctima perfecta, casi hecha a medida, una niña con muchos abusos interiorizados, los celos posesivos, los insultos y los refuerzos intermitentes», dice Lucía. Y continua relatando que «La primera vez ni siquiera la recuerdo bien, porque fueron muchas, cada vez más. Siempre lo excusaba achacándolo a que estaba drogado y entendí que esa era una manera ‘normal’ de relacionarse, que yo sería capaz de hacerle cambiar, que la culpable era yo… Pero las peleas aumentaban de mes en mes, ya no solo con él, sino con todo mi entorno».

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Instagram: @luciariveraromero

Europa Press también adelanta otras declaraciones que hace Lucía Rivera en su libro y que tienen que ver con el maltrato sufrido, en este caso, por su segundo novio: «Sus infidelidades, que no fueron pocas, consiguieron hacerme cada vez más pequeña y me llenaban de ira. Siempre defendí a Aitor a capa y espada. No sé por qué, pero aseguro que sentía verdadera admiración por él. Recuerdo sus ojos, fuera de sus órbitas, ensangrentados con rabia, y el ceño fruncido mirándome fijamente mientras exclamaba todo tipo de amenazas y me agarraba el cuello contra la pared. Sentía una especie de muerte dentro de mí, tenía moratones hasta en las orejas, y no, nunca se me pasó por la cabeza tomar medidas legales por miedo a las consecuencias que podría pagar yo».

En todo esto, Lucía Rivera asume que «aprender a amar en ese contexto acaba contigo». Una verdadera pesadilla de la que dice ser «jodidamente complicado recuperarte». «Es como abrir por fin un baúl en el que estabas encerrada a cal y canto y con alguien encima que hacía resistencia. Es salir dando una patada fuerte y cogiendo todo el aire que te faltaba», revela.

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