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Primeras coordenadas de León XIV

No ha tardado León XIV -Robert Francis Prevost Martínez- en hacer sentir su estilo y una clara voluntad de hacer uso de la privilegiada tribuna que constituye el papado. Nada de tomar unos días para adentrarse en las interioridades de sus nuevas responsabilidades; nada de esperar a que se sosieguen las expectativas de los medios de comunicación; nada de dejar en el aire la curiosidad, el legítimo interés de los feligreses por tener una idea, aunque sea muy general, de qué piensa León XIV de los asuntos primordiales de nuestro tiempo. La otra gran pregunta que planea en las mentes de muchos es si continuará o no con el programa de reformas de la Iglesia que había iniciado su popular y controvertido antecesor, Francisco.

Con su automatismo de origen, el progresismo frívolo se ha apresurado en celebrar la designación de León XIV como un “continuador” de la ruta iniciada por Francisco. Se basan en argumentos burocráticos y políticos. El primero de ellos sostiene que, a todo lo largo de los doce años de su papado, el padre Robert Francis Prevost Martínez habría recibido la protección y el apoyo de su jefe para asegurar su ascenso en la jerarquía eclesiástica. A eso se añade, como una especie de jugada maestra, su nombramiento en 2023 como Dicasterio de los obispos, cargo que lo obligaba a viajar, coordinar encuentros y asambleas regionales y, la más estratégica responsabilidad: designar a los obispos. Aunque no tuviésemos noticias de él, dentro de la estructura invisible de la Iglesia -invisible al público, quiero decir-, Prevost Martínez era un hombre clave. Rueda mayor del engranaje interior del Vaticano y de las operaciones de administración y gestión de los poderes dentro de la Iglesia.

El otro aspecto, esta vez de carácter doctrinario, se refiere a las declaraciones de León XIV en las que ratifica, tanto en la esfera personal como en el plano corporativo, su compromiso con los pobres y los excluidos. Esta posición se ha leído como un acto de adhesión al pensamiento religioso de Francisco y, yendo más allá, como el carnet de identidad que garantiza que también León XIV es un progresista, lo que debe entenderse como un sacerdote que simpatiza con las izquierdas en sus distintas tonalidades.

 El argumento debe ser desmentido con énfasis: no es cierto que pobres y excluidos son sensibilidad exclusiva de las izquierdas. La pobreza es, desde hace décadas, la más acuciante preocupación que comparten todas las corrientes de la gran corporación católica sin excepción, aunque las visiones de cómo afrontarla sean distintas o muy distintas. Si nos remitimos a los resultados históricos en América Latina, el resultado es inequívoco: las izquierdas en el poder político han empobrecido a sus naciones, han promovido el paso de la pobreza a la miseria de capas enteras de la sociedad (como en Cuba, Nicaragua y Venezuela) y, cuando pobres y excluidos han reaccionado y protestado, no han dudado los poderosos de la izquierda en reprimir, disparar, secuestrar y torturar. Así, difícilmente un hombre que ha conocido estas realidades de forma directa en América Latina podría sentir alguna simpatía hacia las izquierdas políticas.

La otra cuestión reveladora del modo en que se ha etiquetado a León XIV como un “hombre al servicio de Francisco”, es la imposibilidad de pensarlo como un sujeto autónomo, con sólidas ideas propias y una cultivada experiencia que le permite tener su propia visión del mundo, y un pensamiento sobre la Iglesia necesaria para dar respuestas a los tiempos que corren. Quien lo haya seguido en sus intervenciones no tarda en darse cuenta de su firme entidad religiosa y personal. Es revelador que, luego de haber participado en procesos electorales internos del Partido Demócrata, más adelante lo hizo en las equivalentes del Partido Republicano.

 Muchas son las afirmaciones que ha hecho León XIV en pocos días de papado, pero entre ellas hay tres que quiero destacar, porque cada una apunta a cuestiones fundamentales entre los debates de nuestro tiempo. 

 Comienzo por esta: ha reivindicado el papel constitutivo, vertebrador e irremplazable de la familia. La familia como necesidad esencial. Al tiempo que se ha expresado públicamente en contra de la ideología de género, contra la adopción monoparental y las llamadas familias “diversas”, ha dicho que la Iglesia no debe continuar manteniendo posturas excluyentes. Que debe abrir sus puertas a cualquiera, sea cual sea su identidad.

 Ha repetido -y creo que esto tiene especial relevancia- que debe defenderse la verdad. Y no se refiere a la verdad en sus dimensiones filosóficas o religiosas, sino a la verdad terrena, cotidiana, a menudo manipulada o negada, con que los regímenes autoritarios y las dictaduras someten a las sociedades. En otras palabras, León XIV se ha posicionado como un defensor de la libertad de expresión y del derecho de las sociedades a estar informadas.

 Dejé para cerrar este artículo, el otro llamado evidente y resonante de León XIV: su proclama de paz, urgida por el estado de cosas en los más disímiles lugares, donde ahora mismo hay millones de personas en armas, militares o paramilitares, oficiales o ilegales, que con su acción destruyen vidas, la economía, la posibilidad de futuro y una existencia en sosiego, que es un derecho cada vez más amenazado en todo el mundo.