Una tonelada de ferralla
Mediada la primera parte, Benzemá controló el balón a su manera, sin levantar sospechas, dejándolo acompasarse con su ritmo interior. Talló un amague y dijo que no. Echó la zancada por delante y volvió a frenar. El defensor perdió la paciencia y entró al trapo. Fue despedido de la jugada sin consideración. La defensa no se había desmoronado, como no lo hizo en todo el partido a pesar de las sacudidas con las que el Madrid, incluso jugando sin ángel, somete a todas las líneas de fuga alrededor del área rival. Cristiano tenía tres hombre encima y salió de plano, para volver a entrar en solitario cuando se abrió un haz de luz que lo conectaba con Karim. En el resto del encuentro, por delante y por detrás del momento decisivo, la cámara estuvo sellada. El francés ejecutó hacia atrás y Ronaldo empujó la pelota a gol con alguna parte de su anatomía.
Esto es lo que se puede contar del partido. El resto: torsiones estructurales, paseos acompañados hasta el fin del campo, las gracias de Isco cuando la autoridad lo puso en su sitio natural, la parada casillesca de Keylor, el vagabundeo fino de Bale, el cansancio de James y las trampas del Basilea, tan bien montadas que no hubo manera de sortearlas.
A los 10 minutos del comienzo, el madrid tuvo una posesión muy larga, sin la finura de partidos atrás, rondando el área rival, que es el sitio donde comienza el tercer acto, pero la posibilidad no cristalizaba en ocasión. La estructura ya era visible, pero el paso siguiente, el desorden del contrario, no llegaba. El gesto técnico estaba ligeramente atrofiado, desgastado el tacón de pisar tan fino.
Los laterales no eran los de otras veces, y abrían el campo sólo a medias, lo abrían hacia dentro y sin imaginación. Por donde Marcelo hace saltar los plomos, Coentrao dejó un correcto expediente. Y en el lado derecho, Arbeloa anduvo con los pies embreados, falto de ritmo y un poco obcecado en devolvérsela a Isco, que sólo resolvió las ecuaciones más sencillas.
Del partido no se adueñaba nada, ni la virtud, ni el horror, y así parece que unos van y otros vienen sin otra misión que apurar los límites del tiempo. Kroos seguía su secuencia de pases con un desfase mínimo sobre el plan inicial, y allá a lo lejos está Bale, que vive en la dimensión desconocida, y en los partidos sin tensión ni siente ni padece. Está. Existe. Nada más.
Después del gol el partido dio otra vuelta más como si se resistiera a ser contado. El rival pareció querer armar un ataque organizado, pero le faltaba aire, ideas e inteligencia para ser superiores a los zagueros del Madrid. Se llegó al final de la primera parte con una cierta desazón en el ambiente. No había noticias de un plan general, nada significaba lo que veíamos en la tele. Un montón de gente corriendo y saltando en un territorio que no parecía mítico como en otras ocasiones. No había mas que lo que allí se veía. El juego en su vertiente más desabrida. La pradera y los chicos encima haciendo un trabajo bien remunerado.
Un travesaño diabólico de Bale en la segunda parte, en la única ocasión en la que se desperezó, dio lugar a un conato de representación. Los jugadores del Basilea decidieron salir a cazar la pieza y los madridistas se relamieron en unas cuantas contras mal tiradas. Luego, Marcelo saló al campo y comenzó el sainete. Unos señores normales y corrientes comenzaron a pasear sobre el césped. Eso es algo inaudito y que a veces ocurre. La sensación es como si unos turistas entraran en cada fotograma del Acorazado Potemkin para banalizar la epopeya. Los jugadores se quedan inmóviles, hieráticos casi, porque si se mezclaran con el hombre de clase media que se inmiscuye entre ellos, la ilusión se desvanecería.
Poco después acabó el partido y un ejemplo es esta crónica, en la que apenas se transparenta lo ocurrido allí. Y es que la realidad no se puede contar.
BASILEA, 0-REAL MADRID, 1
Basilea: Vaclík; Degen (Hamoudi, m. 76), Schär, Suchy, Safari; Elneny, F. Frei (Díaz, m. 83), Zuffi (Kakitani, m. 87); González, Embolo y Gashi. No utilizados: Vailati; Samuel, Delgado y Calla.
Real Madrid: Navas; Arbeloa, Varane, Ramos, Coentrão; Isco (Nacho, m.94), Kroos, James Rodríguez (Marcelo, m. 89); Bale, Benzema (Illarramendi, m. 71) y Cristiano. No utilizados: Casillas; Nacho, Medrán, Torro y Chicharito.
Gol: 0-1. M. 35. Cristiano.
Árbitro: Milorad Mazic (Serbio). Amonestó a los locales Degen, Suchy y Schär, y a los visitantes Ramos y Coentrão.
Saint-Jakob-Park, ante unos 38.000 espectadores.
Ángel del Riego