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Una Navidad ardiente

Las navidades son unas fechas que me deprimen y por eso siempre intento ocupar mi tiempo con actividades que me mantengan distraída. Este año no iba a ser diferente, a pesar de que tenía pareja y de que mi vida había dado un vuelco, la tristeza no había desaparecido.

Mis tres amigas y yo decidimos que lo mejor era escapar del bullicio de Madrid y largarnos lo más lejos posible. Punta Cana era un buen lugar para pasar la Navidad, así que cogimos las maletas llenas de bikinis y nos largamos a Barajas dispuestas a disfrutar.

Nada más llegar al hotel nos quitamos toda la ropa de abrigo y nos enfundamos los bikinis para bajar a la playa. Los mojitos, el jet lag y el calor hicieron mella en nosotras y accedimos a salir esa noche con unos italianos que conocimos entre cóctel y cóctel.

Tras la cena, las cuatro fuimos a nuestras habitaciones y nos vestimos dispuestas a quemar la noche dominicana. En la primera discoteca nos encontramos con los italianos, estaban aún más guapos que en la playa y a pesar de que todas teníamos pareja no nos íbamos a quitar de nada. Alrededor de las tres de la mañana me di cuenta de que dos de mis amigas no estaban y tampoco dos de los chicos. Tomasso me comentó que Adriana había ido al baño y cuando fui a buscarla me encontré una sorpresa. Al abrir la puerta de uno de los servicios vi a mi amiga jadeando, medio desnuda y sin bragas, el italiano la sujetaba por las nalgas mientras la envestía contra la pared. Cerré la puerta y me fui avergonzada, a nadie le gusta ver a sus amigas en esa situación. Iba tan nerviosa que no miraba al frente cuando de repente me choqué con alguien y derramé mi copa sobre él. Empecé a pedirle perdón mientras intentaba limpiar su camiseta de ron. De repente oí: "Sabrina, soy yo, Javi". Levanté la mirada y entonces le vi, era mi amor de juventud, mi historia inacabada. No me lo podía creer, llevaba 10 años sin verle y teníamos que encontrarnos allí, al otro lado del mundo. Estaba guapísimo, aún mejor que como le recordaba. Comenzamos a hablar y a tontear y no sé en qué momento nuestros labios se juntaron. Una pasión incontrolada se apoderó de nosotros y nos marchamos sin avisar a nadie.

La playa era lo más cercano. Nos quitamos la ropa y nos metimos desnudos en el agua, él se acerco a mi y comenzó de nuevo a besarme. Sus labios bajaban por mi cuello mientras sus manos apretaban mis pechos, no podíamos aguantar más y salimos del mar. Tumbados en la arena llegó el momento: su erecto pene entró en mí por fin y ocurrió lo que llevaba años esperando. Pocos movimientos fueron necesarios para llegar al orgasmo, chillé y chillé mientras él agarraba mi culo con fuerza. No me lo podía creer, diez años después y en la otra punta del planeta por fin había cumplido una de mis fantasías con el chico de mis sueños.

El resto de las vacaciones las pasamos juntos dando rienda suelta a nuestra pasión por todas las esquinas de la isla. Tras cuatro días tuvimos que separarnos, él debía volver al lado de su novia a Washington y yo tenía al hombre de mi vida esperando en Madrid.

Nunca más supimos el uno del otro pero el recuerdo de aquella Navidad perdura en mi memoria y consiguió que estas fechas me hicieran volver a sonreír.

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El Rincón Oscuro