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Un problema común

El debate parlamentario del jueves pasado sobre la corrupción, al hilo de las medidas propuestas por el Gobierno, fue una nueva oportunidad perdida por las fuerzas centrales en la defensa del sistema. Me explico: lo que realmente importa no es tanto el historial de escándalos que se acumulan sobre el PP, o sobre el PSOE, o sobre CiU en su caso, (dicho sea por mencionar a los tres pilares del régimen de 1978), sino la capacidad del propio sistema para regenerarse. Y eso no lo vimos en el debate, pues los grandes partidos volvieron a escenificar una reyerta verbal más bien estéril ante una ciudadanía poco dispuesta a distinguir entre unos y otros.

Por todas esas razones, me parece tóxica la reciprocidad en los ataques. Sánchez afirma que Mariano Rajo no está en condiciones de abordar la tarea de regeneración democrática que exige España en materia de limpieza y lucha contra la corrupción. Y Rajoy sostiene que la firmeza de Sánchez ante la corrupción termina en Despeñaperros, en su enésima alusión al supuesto protectorado personal de Susana Díaz sobre el nuevo secretario general del PSOE. Así es como el presidente del Gobierno y el líder del principal grupo de la oposición volvieron a las andadas en el uso y abuso del consabido "y tú, más".

Debemos repartir las culpas de que uno por otro la casa siga sin barrer, nunca mejor dicho. Es verdad que, puestos a hacer un recuento cuantitativo y cualitativo de casos, el PP saldría peor librado en las comparaciones. Por eso se extravía Rajoy cuando se limita a endosar los escándalos de su partido a la condición humana. Pero también es verdad que Sánchez prefiere marcar distancias y eludir la remada conjunta que le ofrece el presidente del Gobierno. Y ahí el que se extravía políticamente es Sánchez porque se empeña en capitalizar las diferencias ("no todos somos iguales") sin tener en cuenta que, por desgracia, los ciudadanos ya no distinguen.

Lo curioso es que el líder socialista construye su discurso a partir de esta premisa mayor: "La corrupción es un problema común". Acierta. Pero luego no sigue la secuencia lógica que debería desembocar en propuestas de esfuerzo común. El problema viene en la adversativa subsiguiente: "pero no nos afecta a todos por igual", lo cual se abre a un discurso cargado de reproches: "Es Rajoy quien se sienta en un despacho de una sede reformada con dinero negro, es él el presidente de un partido en el que se ha recibido sobres con dinero procedente de una caja B y tiene en la cárcel a un tesorero con cuentas en Suiza".

No digo que eso sea producto de la imaginación de Sánchez, que no lo es. Digo que el actual líder del PSOE no ha elegido bien ante la cuestión de fondo: ¿Es más importante regenerar la confianza de los ciudadanos en el sistema con un frente común contra la corrupción o marcar diferencias con la mirada puesta en las urnas?

Antonio Casado