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Siria: otra maldita guerra

Estados Unidos ya ha hecho saber que probablemente mañana empezará una acción militar contra el régimen sirio de El Assad, inmerso en una encarnizada guerra civil. La acción estadounidense no va a contar con apoyo de ninguna resolución de la ONU, por el veto de Rusia y China. Parece que hay evidencias del uso de armas de destrucción masiva. No es difícil hacer un paralelismo con la guerra de Irak, aunque este es, si cabe, un conflicto mucho más complejo. La opinión pública mundial expresa casi consenso en la acción militar, en contra de lo que pasó contra el régimen de Saddam Hussein. Sin embargo, el caso sirio puede tener una resolución aún mucho más complicada que el iraquí, que sigue envuelto en sangre.

No hay guerra sin sangre, sin víctimas y sin crímenes de lesa humanidad. Cuesta decir que una guerra es justa, y es más evidente reconocer que el ataque con armas químicas en Siria es repugnante y sus consecuencias estremecedoras. Y requiere una reacción inmediata en un conflicto que lleva más de un año desangrando el país y que ha provocado más de un millón de refugiados.

¿Es un ataque directo e inmediato –y parece que fugaz– de Estados Unidos la respuesta más adecuada?

La acción estadounidense no va a contar con apoyo de ninguna resolución de la ONU, por el veto de Rusia y China

El análisis del conflicto sirio va más allá de una guerra entre un villano muy malo y unos idealistas revolucionarios. Y más allá de la candidez con que se vieron desde Occidente las sucesivas primaveras árabes. La familia El Assad ha regido el país con cruel mano de hierro desde 1971 con una hábil política de alianzas e interfiriendo militarmente en la vida de los países vecinos. Pero, en la habitual hipocresía de la política internacional, con los años se ha convertido a la vez en un factor de estabilidad, sobre todo desde que sus tropas abandonaron Líbano.

El Assad –médico de carrera y militar por la gracia de su padre– combate a una amalgama de opositores que no está nada clara. Hay respetables fuerzas con deseos democráticos, pero no hay que olvidar los yihadistas que están acudiendo en masa a aquella nueva guerra santa contra el poco religioso Bassar El Assad.

Para España no es una guerra tan lejana como se pudiera pensar. Además de los jóvenes ceutíes que están viajando a combatir en aquella guerra, nuestro país tiene desplegados algo menos de 1.000 militares en el sur de Líbano para garantizar la paz y la estabilidad. En una zona que domina Hezbolah, organización aliada y apoyada casi en exclusiva por el régimen de El Assad. Si cae este dictador, un régimen religioso y belicoso que ataque a Israel puede provocar otra guerra en la que nuestros cascos azules estarán inmersos.

Estados Unidos parece decidido a lanzar sus “tomahawk” contra Siria. Se plantea la pregunta de contra qué objetivos. ¿Los que le marque Israel? Obama busca aliados a toda prisa. Entre ellos están Reino Unido y Francia –que lleva más de un año perorando contra El Assad–, pero a falta de resoluciones de la ONU ni de consenso internacional, habrá que fiarse una vez más de lo que haga el gendarme mundial.

El alcance, a quién apoyar en aquella guerra, qué solución dar al conflicto, buscar salidas, el golpeo diario de los muertos… Nunca la palabra avispero estuvo mejor empleada. Malditas guerras.

Editorial Estrella

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