¿Quién queremos que gane?
Vivimos en un mundo interrelacionado. Esta es la Era en la que más fluida es la comunicación entre los países y más interdependiente es la economía mundial. Así que, tal y como ha demostrado esta crisis, la aparición de problemas financieros en un país se convierte, automáticamente, en un asunto transnacional. Cada decisión política de calado en alguno de los países homologables repercute directa o indirectamente en el resto de ellos. Estamos, pues, interrelacionados y somos interdependientes.
Por eso las elecciones norteamericanas tienen una importancia vital para el conjunto de la comunidad internacional. Si siempre ha sido así, ahora lo es más. Desde hace poco más de una década, los EEUU se han visto obligados a compartir su destino universal con los países aliados, y de su rumbo depende, a su vez, el destino de otros muchos. La comunidad internacional se modela según su patrón, y mucho más desde el fin de la guerra fría y desde los atentados del 11S.
Las torres gemelas, la guerra de Afganistán y, sobre todo la de Irak, han marcado con trazos gruesos el mapa geopolítico norteamericano y su estrategia de relaciones internacionales. Del mismo modo, lo que sucede de puertas para adentro, si es que eso aún es así, de la economía norteamericana afecta, antes o después, al conjunto de la economía mundial y muy especialmente a los países con mayores vínculos con los Estados Unidos.
Hablar de las “subprime” ayuda a entender el problema de la crisis financiera europea. Nada nos es ajeno y como decía John Donne no somos islas, y ahora, en plena sociedad de la información y de la comunicación, mucho menos.
Por eso lo que se decida esta noche en los Estados Unidos nos afecta –siempre ha sido así – y esta vez de una forma singular. Las palabras de Romney sobre España como ejemplo del mal gobierno y del déficit son en sí mismas clarificadoras del vínculo que nos une y cuya dimensión es pública y notoria. Las palabras de Obama, a su vez, advirtiendo sobre la “caída de España” son también paradigmáticas.
¿Qué nos conviene más? Una política comprometida con Europa, no solo interrelacionada. Un alto nivel de estrategia compartida y un diseño económico que no pase por la caída del euro y la deriva europea hacia quién sabe dónde.
Eso es lo que nos interesa y poco se puede esperar de lo que se anuncia en las campañas americanas que son el paradigma del marketing táctico y la cumbre de la opacidad política.
Veremos.