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Podemos, pánico u obsesión

La eclosión de Podemos en la vida pública es un fenómeno sorprendente e inédito en la historia de la Transición. Un pequeño grupo, la mayoría de ellos profesores de universidad, consiguen en su primera aparición electoral cinco escaños en el parlamento europeo con un programa sencillo, incisivo y expuesto con técnicas de marketing modernas, ancladas en la televisión y en las redes sociales. Sus líderes son brillantes, dialécticos y cercanos. Dominan la televisión y las redes sociales. Lo están haciendo técnicamente muy bien.

A partir de su creciente cotización en los estudios demoscópicos, han copado la presencia en los medios de comunicación, desplazando a los demás partidos. Los sectores más conservadores se pasan el día hablando de este naciente partido y llamando la atención sobre los peligros que, según ellos, entrañaría el ascenso de esta fuerza política. Si George Lakoff, en su pequeño ensayo de técnicas electorales, 'Don't Think of an Elephant', recomienda no solo no hablar, sino ni siquiera pensar en "El Elefante", referido al partido Republicano norteamericano, quienes está obsesionados o tienen pánico a Podemos se pasan el día hablando de este partido. Por lo tanto están haciendo lo contrario de lo que sería útil si lo que quieren; es decir, ignorarlo o tratarlo como otro partido más. Pero Lakoff recomienda también hablar continuamente de los sueños y las propuestas propias. Por lo que los enemigos descarnados de Podemos hacen dos cosas no recomendables. Silenciar sus propias propuestas de regeneración, si es que las tienen, y potenciar al adversario poniéndolo cada día en el centro de la polémica.

La democracia es el sistema político que, al menos en teoría, permite a cualquier ciudadano o conjunto de ciudadanos organizarse políticamente para solicitar apoyos electorales y tratar de conseguir el poder mediante las reglas establecidas en la Constitución y las leyes. ¿Qué tiene de particular que los dirigentes de Podemos y quienes les apoyan esté recabando y consiguiendo esos apoyos para conseguir cotas de poder en las instituciones, e incluso, el gobierno de la nación?

Lo extraño es que con el proceso de descomposición de nuestro sistema de partidos, un fenómeno como el de Podemos no haya surgido antes. El índice de desconfianza en los grandes partidos es asombroso. La cantidad y calidad de fenómenos de corrupción es insoportable en cualquier sociedad democrática. La serie de estudios demoscópicos han sido tozudas en retratar esa descomposición. Los ciudadanos observan a los partidos del establecimiento cono fenómenos endogámicos, opacos, autoritarios, sin códigos claros de control por parte de sus afiliados e insensibles a los problemas de la sociedad. Podemos solo ha tenido que retratar esa realidad con aspectos inteligentes de marketing político. "La casta" es una calificación que entienden y comparten casi todos los ciudadanos. La crítica radical a la situación la puede suscribir cualquier persona sensible al declive español.

Hay muchos prejuicios en torno a Podemos. Ciertamente, hasta ahora, tiene los ingredientes clásicos de un fenómeno populista. Corresponde a la época que vivimos. Europa está lleno de fenómenos populistas que recortan la hierba bajo los pies de los partidos clásicos. Podemos no solo tiene derecho a la existencia sino que, de acuerdo con las leyes y los requisitos de la democracia, solo puede ser juzgado por los ciudadanos en los siguientes procesos electorales. En el pánico desatado alrededor de Podemos subyace una insoportable desconfianza en el buen juicio de los ciudadanos. Y, además, reconoce la incapacidad de los grandes partidos de una reacción que les depure de sus contaminaciones y les permita recuperar la confianza. Al PP y al PSOE, aplicando la doctrina Lakoff, les toca depurar con radicalidad sus responsabilidades en temas de corrupción y elaborar un proyecto político que favorezca los intereses de los ciudadanos y corrija las injusticias de este periodo de ajuste duro con motivo de la crisis.

Podemos jugará sus cartas de la mejor manera que pueda. Tendrá que hacer frente a sus contradicciones que ya han empezado a aparecer. Y de este proceso nacerán mayorías y minorías en las instituciones, empezando por ayuntamientos y comunidades autónomas en los próximos comicios.

No se puede vivir con miedo a la democracia y a sus consecuencias. Hay que tener fe en las propias capacidades y en el buen juicio de los ciudadanos. Y sobre todo, lo recomendable es que quienes han controlado las instituciones hasta ahora, aprendan un poco de humildad y abandonen la autosuficiencia que les ha llevado a creer que eran indestructibles e imprescindibles.

Carlos Carnicero