Occicentrifuguismo turco
Turquía acaba de recibir sucesivamente a dos visitantes bien diferentes: el Papa Francisco y el Presidente ruso Putin. Ambas visitas suscitan una reflexión sobre la complejidad turca y su progresivo distanciamiento del mundo occidental, distanciamiento que no nos interesa.
Francisco tuvo con el Patriarca ortodoxo de Constantinopla, Bartolomé I, un encuentro ecuménico, se reunió con autoridades turcas civiles, como el Presidente Erdogán, y religiosas islámicas como el Gran Muftí de la fabulosa Mezquita Azul, con el que rezó, o Mehmet Görmez, Presidente del departamento turco de Asuntos Religiosos, y visitó la tumba de Atatürk, fundador de la Turquía moderna, inicialmente laica y ahora progresivamente islamizada. Visita compleja. La diversidad de interlocutores y actos lo evidencia.
La escisión de ortodoxos y católicos fue producto de un distanciamiento paulatino debido a factores históricos, geográficos, políticos, politico-religiosos, culturales y doctrinarios a lo largo de muchos años en los que fue creciendo una rivalidad entre el Obispo de una Roma cuyo Imperio Occidental se derrumbó en el siglo V y el Patriarca de Constantinopla con el Imperio Oriental aún intacto. La separación formal acabó ocurriendo en el siglo XI con la controversia del "Filioque". Para los ortodoxos el Padre engendró al Hijo e inspiró al Espíritu Santo mientras que para Roma el Padre engendro al Hijo y ambos inspiraron a dicho Espíritu. Una disputa aparentemente “bizantina”, pero profunda y catastrófica para los cristianos. El Patriarca de Constantinopla, entonces poderoso, es ahora pura debilidad con apenas unos miles de fieles en Turquía tras el asentamiento gradual del Islam en Anatolia en la Edad Media y en la Turquía europea a partir del siglo XV. Además los ortodoxos rusos se sustraen ahora a la autoridad del Patriarca alegando que son muchos más en Rusia. Le quedan los griegos fuera de Turquía.
Consecuentemente, el débil Patriarca invitó al poderoso Papa para que se interesase protectoramente por todos los cristianos en Turquía. Francisco diferenció entre Islam y terrorismo islámico, entre el Corán y su abuso por el radicalismo, admitiendo, asimismo, que hay fanáticos católicos. Ecumenismo protector, diálogo interreligioso con el Islam, condena del terrorismo, apoyo a los refugiados sirios, respeto al laico Atatürk y cortesía con las autoridades gubernamentales turcas ponen de relieve las diferencias históricas y culturales entre occidente y oriente en una frontera ampliamente elástica desde los Balcanes al Bósforo e, incluso, más allá. Diferencias importantes pero, a la vez, interrelación vecinal profunda y potente en la que debe prevalecer el intercambio constructivo y no la confrontación destructiva. Luego el Papa volvió a Roma donde aún debe realizar profundas reformas internas.
La visita de Putin subraya la misma temática desde una perspectiva más económica y geoestratégica actual. Durante la Guerra Fría Turquía cerró filas con los occidentales siendo la OTAN su epicentro más simbólico, aunque no el único. Pertenece también a otras organizaciones europeas y podría llegar a serlo de la Unión Europea. Sin embargo, la UE se desdice de ofertas que ahora son para Turquía más espejismos que ensoñaciones atractivas. Ello disgusta a los turcos y debilita a sus ciudadanos prooccidentales en un momento en el que, bajo la batuta despótica del Presidente Erdogán, un islamismo creciente y envolvente aleja a Turquía del laicismo y secularismo occidental.
Turquía quiere rentabilizar su centralidad geográfica entre Oriente y Occidente, entre Rusia y el mundo árabe y persa. En este empeño su péndulo se ha alejado de los europeos y acercado a los demás. Putin lo ha aprovechado para escenificar con éxito su propio disgusto con la UE y un acercamiento a esta Turquía resentida con la Unión, anunciando la cancelación del proyecto del oleoducto “South Stream” de Rusia a Europa a través del Mar Negro, culpando de ello a Bruselas mientras revalorizaba su capacidad suministradora hacia Turquía en esta y otras materias. En todo esto influyen también la tensión por los acontecimientos secesionistas en Ucrania apoyados por Moscú y las fluctuaciones de los precios del petróleo y del gas.
La reubicación de Turquía más al centro de su ámbito geográfico es normal y legítima, pero Europa y el mundo occidental deben cuidar que este distanciamiento no sea excesivo y deben tentar a Turquía con compromisos equilibrados que favorezcan el mantenimiento de una cercanía mutuamente satisfactoria y de una modernidad turca cercana a los valores del mundo occidental. Afirmaciones como unas de Erdogán, que devuelven a las mujeres a sus cocinas y limitan su lugar en la sociedad (¡además de atribuir a un musulmán el verdadero descubrimiento de América!), no son buenas noticias cuando el maquiavélico Putin, el segregacionista Netanyahu y el nuevo y despiadado Califa del autoproclamado Estado Islámico están al acecho y vemos, además, que Ankara puede priorizar su lucha contra los Kurdos al anegamiento de ese islamismo radical y califal en Siria e Irak. Sin embargo, hay que esforzarse en no perder a Turquía.
Carlos Mirada
Embajador de España
Carlos Miranda