Nuevo Gobierno
Anunciada la convocatoria de elecciones, la consecuencia obligada de las mismas ha de ser la constitución de un nuevo Parlamento y la consiguiente formación de un nuevo Gobierno. Sobre tales hechos cabe, ante todo, formular una observación: la de que resulta insensato, en un país en crisis y ante la peligrosa situación internacional, decidir que se celebren tales elecciones nada menos que dentro de cuatro meses, lo que deja a España prácticamente sin gobierno efectivo hasta el próximo enero; una insensatez cómo tantas otras a las que nos tiene por desgracia acostumbrados el Sr. Rodríguez Zapatero.
Una vez que se adelanta el fin de la legislatura, lo lógico, más aún, lo obligado, hubiese sido darse prisa; pero no, la lógica no entra en la cabeza de nuestro Presidente. No ha entrado nunca y, por tanto, ¿por qué ahora?
Habrá elecciones, tendremos otro Parlamento. Y caben cuatro únicas posibilidades en lo que hace a su constitución: mayoría absoluta del PP, mayoría absoluta del PSOE, ninguna mayoría absoluta con minoría más alta del uno o el otro Partido.
Vamos aquí a desechar, por ser lo más improbable hoy por hoy, que sea el PSOE el que predomine. Y trabajemos sobre una mayoría, absoluta o no, del PP. ¿Qué me parece entonces recomendable que suceda? Por supuesto, que gobierne el Partido vencedor de las elecciones. Y, en mi opinión, que gobierne en alianza con otros grupos parlamentarios, sea absoluta o no lo sea la mayoría de que disponga. ¿Por qué?
Se ha hablado por no pocos de una llamada “gran coalición” -PP y PSOE- como la mejor fórmula de gobierno. No me lo parece. Entiendo que lo conveniente en buena democracia es un gobierno fuerte y una oposición importante. Un buen sistema de dirección y un igualmente buen sistema de control. Nada de insultos, nada de descalificaciones mutuas, sino una colaboración por el bien del país entre una oposición que analiza y señala y un gobierno que escucha y decide. Para eso se requieren dos partidos fuertes, a uno y otro lado del arco parlamentario. Y, los partidos pequeños, no pasivos sino igualmente empeñados en la perfección de la acción política, apoyando a uno u otro de los dos grandes grupos mayoritarios. Y esto, que es algo que considero siempre útil y siempre conforme a una correcta concepción del sistema democrático, hoy me parece imprescindible, para que todos nos comprometamos en la superación de esta tremenda crisis, cada uno desde su sitio, y sin andar comprando y vendiendo pequeños montoncitos de votos para sacar adelante esta o aquella ley.
En estas condiciones, pienso que el PP -al que estoy suponiendo vencedor en las próximas elecciones- debe, incluso si alcanza la mayoría absoluta, llamar a integrarse en el Gobierno -y no en carteras secundarias- al menos a CIU, a UPN y al Partido de Rosa Díez. Y que, en consecuencia, la no menos fundamental tarea de constituir la oposición han de desempeñarla el PSOE y los grupos restantes. De entre los cuáles me pregunto por Izquierda Unida: si yo fuese el PP, le invitaría a entrar también en el Gobierno; hay puntos del Programa de IU -como los hay en el de los otros Partidos que he citado- asumibles por la derecha, y otros prescindibles por la propia IU en bien de la gobernabilidad que hoy está pidiendo a gritos España. Y añadiré que distanciarse del PSOE y abrirse a la posibilidad de llevar adelante una parte de sus proyectos no le haría a IU ningún daño, sino todo lo contrario. Es una sugerencia…
Un Gabinete de los grupos que acabo de señalar resultaría ampliamente representativo no sólo en cuanto al arco electoral sino también al carácter integrador de su acción política. Y un PSOE apoyado por otro conjunto de formaciones, ejerciendo la crítica como adjetivo -colaboración crítica- y no como sustantivo -simplemente crítica- (me temo que para ello no le servirá ninguno de sus actuales líderes), resultaría a su vez notablemente útil para la integración de toda España en una verdadera política nacional.
Se me puede preguntar por qué señalo a unos grupos políticos concretos para ese deseable Gobierno, y por qué me dejó a otros en el teclado. Ya he dicho “al menos”. Es un ejemplo, el ejemplo que me parece más posible y más deseable. Pero claro que caben otras alternativas. En todo caso, me atengo a la idea madre: el PP, creo, haría bien en no gobernar, sea cual sea el resultado electoral, en solitario; no basta el apoyo o la abstención de los más afines o menos lejanos; tengamos un Gobierno de coalición, muy representativo y muy abierto, en el que muchos españoles se reconozcan; y tengamos una oposición seria y responsable cuyo principal objetivo no sea impedir la acción de gobierno y desprestigiar al enemigo con vistas a las “siguientes” elecciones, sino contribuir al bien de España en el marco de la elecciones actuales.
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