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Nochebuena con las uvas de la suerte

Para muchos la Nochebuena es un día triste y melancólico en el que muchas familias se reúnen para reencontrarse, otras veces para encontrar rencores, envidias y demás.

Pues bien, mi Nochebuena pasada fue una de las mejores y no precisamente con mi familia cenando, sino con mi chico.

Después de una noche de amigos, cena y bastantes copas, sí sí, dije bastantes copas, me levanté un tanto adormilada y con la cabeza bastante abotargada. Fui a la cocina a preparar un buen termo de café, el olor sólo ya me hace despertar bastante, no sé si debido a la asociación de éste con la cafeína.

Preparé unas deliciosas tostadas con mermelada de mora y llamé a mi chico a desayunar, siempre se hace un poco el remolón en el desayuno.

Me senté en uno de los taburetes de la cocina mientras esperaba por él, apareció y apoyado en el quicio de la puerta con sus pantalones vaqueros, el torso desnudo, descalzo y con una gran sonrisa, me dijo:

-Tengo muchas ganas de desayunar, pero no eso precisamente.

Esa mirada junto con esa sonrisa me es ya muy familiar y sonreí, pues ya sé que lo que quiere desayunar es a mí.

Se me acerca, me gira hacia él, me agarra por el cuello y me da un beso supercaliente, (está claro que quiere guerra...). Me hace sentarme en la mesa con los pies en el taburete y se dirige a la nevera. Saca unas uvas, y lentamente coge una la mete en su boca y se acerca a la mía, provocándome para que se la quite, jugueteando con la uva dentro y fuera.

Yo le correspondo con una pasada de lengua por encima del labio inferior y finalmente se la quito. Juego con la uva un ratito, provocando yo ahora, y eso doy fe de que se me da bastante bien, la enredo en mi lengua, la saco la vuelvo a meter, siempre sin exagerar y haciendo que mi chico se caliente sólo con ver mi mirada mientras juego con la uva.

Cuando por fin decido pasársela de nuevo a mitad de su boca y la mía, la hago explotar mordiéndola y dejando que caiga su jugo por mi barbilla hacia mi cuello. Echo la cabeza hacia atrás y él no duda en recoger las gotas con su lengua, subiendo hasta mi boca.

Me quita la camiseta, dejándome únicamente con mi braguita y pone otra uva en juego, pero ésta vez no me la pasa, sino que se dedica con mucha destreza a bajarla por mi cuello hacia el esternón, se desvía primero hacia uno de mis pechos y luego hacia el otro.

Me pone la mano en la espalda y empujándome lentamente me echa en la mesa. Se sitúa entre mis piernas y sigue jugando con la uva por mi cuerpo haciendo que se me erice la piel y haciendo que desee que me toque .

Sigue bajando hacia mi ombligo y ahí me vuelvo loca, sabe que es uno de mis puntos débiles y se recrea pasando por el borde de mi braguita, mirándome, sonriéndome, sabiendo que estoy deseando que me la arranque y me penetre.

Él va a su ritmo, y mi corazón a otro, cada vez se acelera más y más, pero dejo que siga el suyo, avanza un poco más, su boca se dirige a mi sexo y me excito más todavía si cabe.

Esa uva en su boca es mi perdición, o mi bendición, según se mire, y yo lo miro, quiero ver cómo lo hace, cómo me sonríe al hacerlo. Estoy loca por él y por todo lo que me hace sentir en el sexo y fuera de él.

Por supuesto que las campanadas las dio, el día de Nochebuena, pero con las uvas en su boca y en mi cuerpo. Cómo no va a ser para mí un día especial sabiendo que éste año pueda encontrarme otro regalito como éste?

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El Rincón Oscuro