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Miguel Ángel Blanco en el recuerdo

A veces tengo la sensación que España es el país de la indignidad. Ha bastado con que ETA haya dejado de matar para que muchos empiecen a caer en esa indignidad y promuevan el olvido de casi 900 muertos. Y, por supuesto, intenten que se asuma como mal menor lo ocurrido aquellos dos días de julio de 1997, por ejemplo, en los que el horror conmovió a esta vieja piel de toro. Y es que ahora, cuando se cumplen quince años de aquellos días de la infamia, parece que todo ha quedado en algo tan lejano como olvidable.

Yo me resisto a ello, porque no puede quedar en nada uno de los sucesos más deleznables de la democracia, cuando creo que el asesinato de Miguel Ángel Blanco debe quedar como símbolo de la lucha de los decentes por esa democracia.

No se puede dar por amortizado que, hace quince años, un asesino llamado ‘Txapote’, al mejor estilo de la mafia, ató las manos de Miguel Ángel con un cable, hizo que se arrodillase y le disparó un tiro en la nuca. Porque sí. Porque ETA quería vengar que la Guardia Civil hubiese rescatado a Ortega Lara del Auschwitz que le habían montado.

Y no debe consentirse que se olvide tanta vileza. Y ahora menos aún porque ETA está más cerca que nunca de llevar a cabo sus objetivos. De hecho, quince años después, aquellos que no condenaron el asesinato de Miguel Ángel están en las instituciones porque seis personajes, que no eran jueces y cuyos nombres no deberíamos olvidar nunca (Pascual Sala, Eugeni Gay, Elisa Pérez Vera, Pablo Pérez Tremps, Luis Ortega y Adela Asua), del Tribunal Constitucional los legalizaron, como consecuencia de una clara hoja de ruta pactada y en contra de la opinión del Tribunal Supremo, compuesto por jueces profesionales.

Es más, ni condenaron entonces aquel crimen ni lo condenan ahora. Ya campan a sus anchas. En este entreguismo en el que vive España ni siquiera se respeta ya la Ley de Partidos ni las sentencias de los tribunales.

En el colmo de esta humillación, ayer mismo, el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo condenó a España a liberar a la multi-asesina etarra, Inés del Río, y a indemnizarla con 30.000 euros por los daños morales que se le han causado tras la aplicación de la Doctrina Parot, que es absolutamente legal.

En un hecho sin precedentes, este tribunal internacional de dudosa imparcialidad ha exonerado a una de las más sanguinarias etarras de la banda asesina, miembro del mal llamado ‘Comando Madrid’, y que fue encarcelada a más de 3.000 años de cárcel por matar a 23 personas. Se ve que los muertos que dejó en su camino no tienen voz en ese curioso Tribunal. No puede haber más degradación.

Y todo porque ahora dicen que ETA está siendo buena. Que ya no mata. Incluso, que está acabada. Que hay que ser magnánimo con sus asesinos. Yo, al contrario, creo que tiene más poder que en 1997, cuando asesinó a Miguel Ángel, porque está consiguiendo todo por lo que mataba. Y, lo más grave, que olvidemos que lo hizo.

Espero que no lo consiga nunca y que a la gente decente le quede siempre la imagen de un joven arrodillado, con las manos atadas con un cable y de cómo un asesino despiadado le reventaba la nuca de un disparo. Lo demás, simplemente, es ignominia.


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