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Lo que costó más de cien años

Las propuestas de lucha contra el fraude fiscal y de control de los posibles desmanes financieros de las comunidades autónomas son dos iniciativas del Gobierno con las que uno en principio podría estar de acuerdo, porque parecen razonables y útiles para el combate contra la crisis económica. Hay que pedir al Ejecutivo de Rajoy que concrete más cuanto antes el contenido de ambas iniciativas y que no deje que se diluyan en la vorágine política y económica que nos invade.

Hago esfuerzos por encontrar más flancos sensatos y razonables en las propuestas del Gobierno, pero no encuentro ninguna más. La política de recortes generalizados y despiadados me parece una locura que nos puede conducir al desastre y además sin saber por qué actúan así y por qué al menos no lo acompañan de medidas de estímulo a la economía y de preservación del estado de bienestar, que corre el riesgo de un deterioro lindante con la desaparición.

Obrar así quiero pensar que lo hacen más por torpeza y desconocimiento que por deseos conscientes de dinamitar ese estado del bienestar que nos había costado cien años o más edificarlo, con muy diversos regímenes y Gobiernos.

Mariano Rajoy no debe de ser consciente de la importancia de su propia manera de conducirse. Este hombre se hartó de proclamar en los últimos años que lo más importante era la recuperación de la confianza por los ciudadanos y que esa confianza llegaría con un Gobierno del PP presidido por él. Eso era una pirueta dialéctica o una afirmación sin el menor fundamento, pero supongamos que lo decía de buena fe.

Entonces, es incomprensible que no comparezca personalmente para corporeizar su compromiso y para infundir de modo directo y personal esa pretendida confianza, la cual, por lo demás, nada significaría ante los atropellos de los mercados y los especuladores, entre los que la inmensa mayoría militan en sus filas ideológicas nacionales e internacionales, como todo el mundo sabe. Rajoy ha desaparecido y nadie sabe cómo ha sido. Dicen que está trabajando en su despacho. ¿Y qué más, si es que puede saberse?

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Pedro Calvo Hernando

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