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La otra crisis

Estamos tan inmersos en nuestra propia crisis, la crisis económica que tanta desolación está provocando en nuestro país que apenas prestamos atención al sufrimiento ajeno y más si ese sufrimiento tiene lugar a miles de kilómetros de nosotros.

Estas navidades los titulares de los medios de comunicación se están repartiendo entre las consecuencias del pacto de CiU con Esquerra Republicana, el aumento del paro ,las movilizaciones sociales en contra de los recortes en Educación, la indignación de abogados, jueces, secretarios judiciales, etc, contra las últimas disposiciones legislativas del ministro Gallardón, la desesperación de médicos, enfermeras y enfermos ante los envites que está sufriendo la sanidad pública, etc, etc. En realidad en los últimos meses los titulares son casi siempre los mismos, por eso hay noticias a las que les cuesta "colarse" en las páginas de los periódicos y en los informativos de la radio y la televisión. Me lo hace ver un jesuita, Daniel Villanueva, que dedica su tiempo y energía a "Entreculturas" y al Servicio Jesuita a Refugiados.

"Es increíble que nadie preste atención a lo que ahora mismo está pasando en el Congo"

"Es increíble que nadie preste atención a lo que ahora mismo está pasando en el Congo y en la Región de los Grandes Lagos. Hay una emergencia humanitaria", me asegura con gesto grave.

Y lo que está pasando es lo que no ha dejado de pasar que en los últimos años la población congoleña continua huyendo de sus hogares intentando esquivar a los grupos rebeldes" que están perpetrando crímenes contra la Humanidad ante la pasividad de la Comunidad Internacional.

África queda lejos, y la crisis económica, nuestra crisis, la tenemos cerca, de manera que los líderes europeos van y vienen por las capitales de la Unión hablando de cómo poner en orden las fianzas, inventando nuevas medidas de austeridad, apretando aún más el cinturón a los ciudadanos. Y en medio de estos problemas, ya digo, la emergencia humanitaria en el Congo parece algo terriblemente lejano.

Sin embargo, hay miles de seres humanos que estas navidades luchan por sobrevivir. Que no tienen el "colchón" de la familia, del Estado del bienestar, para acceder a la salud, a la escuela, a simplemente poder dar de comer a sus hijos.

El Servicio Jesuita a Refugiados, al igual que otras organizaciones no gubernamentales, hace lo que puede intentando paliar los efectos devastadores de esa guerra larvada que sin embargo sigue produciendo miles de víctimas, son víctimas sin rostro, víctimas olvidadas.

En Goma, en Masisi, en Lushebere y Bukombo, en lugares cuyos nombres casi cuesta pronunciar y que aparecen perdidos en los mapas de la región, allí hay quienes como el Servicio Jesuita a Refugiados intenta hacer la vida de los desplazados un poco más humana.

Los rebeldes han destruido más de seiscientas escuelas

Hasta el momento, y éstos son datos de Unicef, los rebeldes han destruido más de seiscientas escuelas y han utilizado los libros y el material escolar como si fuera leña.

Pero Occidente calla, porque no ve, o no quiere ver, ni quiere oír, ensimismados como estamos todos en nuestros propios problemas. Por eso Daniel Villanueva me pide que encuentre la manera de hacer llegar la voz desesperada de estos miles de niños, de mujeres, de ancianos. Y me ofrece datos estremecedores: en el Congo cada hora 48 mujeres sufren una violación. La cifra pone los pelos de punta. En estos conflictos las mujeres sufren una doble violencia.

De manera que en Navidad cuando todos estamos viviendo una "tregua" olvidándonos por un momento del paro, de las faltas de perspectivas en el futuro, de la irresponsabilidad de CiU, de tantos y tantos problemas cotidianos que nos afectan directamente, no está de más mirar un poco más allá, y recordar que en medio de la guerra del Congo lo único que continúa funcionando son los aviones que se llevan el coltan, ese con el que fabrican nuestros teléfonos móviles. Si Occidente hace lo imposible por hacerse con el coltan también debería procurar que la Misión de las Naciones Unidas de Estabilización en la República Democrática del Congo sirva para algo, es decir, para garantizar la protección de los civiles de los ataques perpetrados por los grupos rebeldes. Y también podría presionar al Gobienro del Congo para que dé protección a su propia población. Se trata en definitiva e que no nos olvidemos de unos cuantos de millones de seres humanos abandonados a su suerte, a su mala suerte.

Por eso hoy en vez de escribir de Artur Mas o de Rajoy y Rubalcaba, hago un alto en el camino para dar la voz de alarma sobre lo que está pasando en los Grandes Lagos. Se trata de que no nos olvidemos de ellos.

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Julia Navarro