La mente sobre la materia
El mundo del celuloide ha venido creando en las últimas décadas una imagen deformada de ciertos fenómenos de los llamados paranormales que se pueden atribuir a la mente humana. Facultades como la telepatía, la precognición, la clarividencia, la psicoquinesia en todos sus diferentes apartados, han sido manipuladas y adaptadas a unos guiones cinematográficos que han visto en ellas fuentes de inspiración para un mercado cada vez más saturado y, en muchas ocasiones, falto de ideas.
Desgraciadamente tanto los libros como las películas de ficción que abarcan el tema, asocian el funcionamiento de las capacidades psi con lo sobrenatural –que no paranormal–, y alimentan la idea de que estos fenómenos, o bien son falsos, o bien, en caso de existir, encierran un gran peligro. Aún sin procurarlo, la concepción general que la gente ha adquirido de ellos ha sido magnificada y distorsionada hasta crear una imagen errónea que no se corresponde con la realidad, no sólo en sus definiciones o conceptos, sino también en su verdadero o, hasta la fecha, probado alcance real. Un claro ejemplo lo tenemos en los fenómenos que engloba la psicoquinesis, por definición, la acción de la mente sobre la materia que, de manera consciente o inconsciente, permite el desplazamiento, la levitación o la modificación de un objeto sin que se produzca contacto visible de fuerza alguna.
Se trataría de un tipo de energía que según los expertos proviene de las capas profundas de la mente y que prescinde de los sentidos y de la actividad muscular para intervenir sobre el plano físico. De este modo muchos investigadores descartan las teorías sobre los campos magnéticos y los conceptos sobre la energía eléctrica y física. Mientras algunos autores hablan de fluidos psíquicos que modifican la materia, otros utilizan términos como telergia o energía biótica.
Esa fuente misteriosa que emana de la mente humana y que causa el movimiento o modificación de los objetos, ha tenido lugar desde la antigüedad no sólo en algunos fenómenos del ámbito religioso-místico, como los estigmas o la levitación de santos y ascetas, sino también en terrenos tan prosaicos como en la práctica de los juegos de azar.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el dominio de la psicoquinesis fue uno de los objetivos del régimen nazi, donde Hitler, conocido por su interés en lo paranormal, insistía en la hipotética posibilidad de utilizar este fenómeno como una especie de “arma mental”. En su obsesión por dominar al mundo, Hitler financió a numerosos grupos de científicos en la búsqueda del poder mental para mover grandes objetos, así como también para desarrollar la lectura del pensamiento a través de técnicas de telepatía. Sin embargo los resultados no ofrecían conclusiones definitivas con la rapidez esperada. Al terminar la guerra algunos de estos científicos continuaron sus investigaciones en territorio soviético donde la parapsicología vivió una época dorada durante más de tres décadas.
Pero no sólo Alemania y la antigua Unión Soviética han buscado en la psicoquinesis un arma militar. Estados Unidos ha venido investigando los fenómenos extrasensoriales y las habilidades telequinésicas y psicoquinéticas para tales fines, actividad que durante la última mitad del siglo XX dio paso a la conocida como “guerra psíquica”.
Intentar capturar, explicar y medir los poderes de la mente obviamente no es una tarea fácil, pues se trata de un terreno sumamente resbaladizo donde la investigación parapsicológica debe ir de la mano de una estricta supervisión y apoyo de otras disciplinas científicas.
Otro de los fenómenos investigados dentro de este ámbito, tan recurrente como machacado en el cine de terror, es el de los poltergeist. En la actualidad la moderna parapsicología trata de alejarse de las creencias animistas, supersticiosas y religiosas que ha rodeado a estos increíbles casos y busca una explicación alternativa a dicho fenómeno en la llamada Psicoquinesis Espontánea Recurrente (PER).
Son ya muchos los investigadores que ven al inconsciente como origen de los casos de poltergeist, en los que la persona considerada como “foco” exterioriza sus hostilidades, sus miedos y sus emociones reprimidas de manera involuntaria e inconsciente sobre su entorno. De este modo los diferentes efectos físicos, en ocasiones devastadores, que se producen en un inmueble durante los clásicos episodios que caracterizan a un caso de poltergeist serían realmente causados por la mente de una persona que siempre se hallaría presente cuando se desencadenan los fenómenos, como una manifestación exterior de un trauma psicológico.
A pesar del camino recorrido, la investigación sobre la psicoquinesia no ha hecho más que empezar. Se ha conseguido grabar el fenómeno, se cuenta con pruebas físicas que avalan su veracidad y su existencia, pero todavía sigue siendo un enigma el tipo de energía que los hace posibles así como la causa y el proceso capaz de provocar tan asombrosos efectos. Aunque parezca mentira, en pleno siglo XXI el potencial real del cerebro está todavía por descubrir.
David Sentinella