Javier, Ricardo: el sacrificio del secuestro
No tengo el gusto de conocer a Ricardo García Vilanova pero sí a Javier Espinosa. Coincidimos en Pakistán y en Afganistán. Congeniamos muy bien, en parte por la compañía que venía conmigo. Se trataba de mi camarógrafo, Jorge Pliego, uno de los mejores profesionales de Televisa y de América Latina. Pero además Jorge, es una feria andando. Es un tipo incansable, trabajador y encantador que vive la vida como si estuviera a punto de acabarse.
Javier siempre tuvo una relación muy buena con todos nosotros. Sin embargo, fue especial con Pliego. Recuerdo a Javier en Islamabad y en Kabul siempre sonriente, agradable; de esos tipos entrañables y con un olfato periodístico sobresaliente. Es un gran compañero.
Recuerdo a Javier en Islamabad y en Kabul siempre sonriente
Por eso, al ver las imágenes de Ricardo y Javier descendiendo de la escalerilla del avión y abrazándose a sus familias, me sentí pletórico, pletórico y tranquilo.
Para todos aquellos que formamos parte de la “tribu” – entre los que también se encuentra nuestro Director Joaquín Vidal – ha sido un enorme alivio ver a nuestros compañeros indemnes y ahora en sus casas.
Hemos contenido el aliento varios meses, desde que supimos de su rapto. Muchos nos enteramos de estos secuestros cuando ya llevaban tres meses largos de cautiverio. Fueron secuestros injustificables y abominables.
Todos aquellos que siguen queriendo silenciarnos, continúan sin comprender que no se puede matar la libertad de la palabra; que el pensamiento y el verbo son demasiado grandes como para aniquilarnos.
Tenemos una deuda impagable con nuestros compañeros Javier y Ricardo. Han permanecido cautivos casi doscientos días con sus doscientas noches. Miles de horas, muchos más miles de segundos. Imagino que para ellos cada segundo habrá pesado como una losa; habrá sido el sufrimiento del tiempo que se detuvo el día que detuvieron a Javier y a Ricardo durante ciento noventa y cinco días por caprichos, presiones, extorsiones, antojos o todo al mismo tiempo.
Cada segundo habrá pesado como una losa
En algún lugar remoto y escondido, donde la conciencia no alcanza a llegar, aguantaron estoicos con sus vidas pendientes de un hilo, de ese que te hace aun más vulnerable. Y todo lo hicieron por nosotros, por contar una historia, la historia de un pueblo que se desangra sin que quiera reaccionar la Comunidad Internacional.
Me siento profundamente orgulloso de Javier y Ricardo; de formar parte de la “tribu” junto con Joaquín. Me siento muy orgulloso del trabajo de mis compañeros, porque alguien tenía que contarlo aún a costa del sacrificio de un secuestro tan largo para ellos, como la propia Eternidad.
Alberto Peláez