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El Planeta de Wert y Mas

El acto de entrega del premio Planeta en su sexagésima primera edición podría servir como retablo viviente en el que apreciar el confuso escenario al que nos han abocado los debates territoriales de las últimas semanas. Se sentarán en la misma mesa, Dios mediante, el editor Lara, propietario de la sexta editorial en importancia del mundo y veterano empresario; el ministro de educación Wert y el Honorable President, el señor Mas. Compartirán mantel y asistirán a la entronización de un autor y de su novela. Será un acto cultural, pero la cultura estará ausente, tal y como sucede desde hace años, y ya denunciara con contundencia el escritor Juan Marsé.

Pero lo importante será la triangulación del debate político que cenará en público. Wert, un incendiario españolizador, Lara un empresario perteneciente a una familia de la burguesía catalana, aupada por su audacia durante los años del franquismo, y Mas, un hombre de segunda fila en el proyecto histórico del nacionalismo catalán, que ha logrado llegar a lo más alto por voluntad de Pujol padre pero vigilado muy de cerca por Pujol hijo.

Hablarán de sus cosas, seguramente, junto a otros comensales de relieve en el mundo editorial y cultural catalán. Y quizá Mas podría explicar el contenido de la pregunta prevista para el futurible referéndum de autodeterminación; Wert, comentaría, al hilo, la ingente tarea en la que se encuentra inmerso: la españolización singular de los niños catalanes. Puede que Lara pudiera protestar sobre la contrariedad de un IVA por las nubes, y quizá podría hacer alguna referencia contemporizadora sobre las dificultades de vivir en Barcelona y trabajar en España, una poco sutil apreciación sobre su futuro, ya anunciada en las ondas regionales (o nacionales, con perdón).

Nadie hablará, porque a nadie en esa mesa le importa, sobre la cifra conocida de niños que se han quedado sin becas para libros escolares – españolizantes o catalanizadores-, y aunque la presencia del libro como bien cultural y como punto de encuentro entre semejantes personajes sea el asunto del día, la reducción de becas universitarias que impedirá a los estudiantes disponer de amplias y convenientes bibliografías, pasará inadvertida. Inadvertidas quedarán las bibliotecas que se ven abocadas al cierre por la reducción de presupuestos públicos y las que sin llegar a semejante situación, se quedarán sin fondos actualizados para atender la demanda de los alumnos interesados o de los ciudadanos que no se pueden hacer, abonándolo de su bolsillo, con los premios Planeta otorgados en sus sesenta y un años de historia.

¿Hablarán del cisma, la segregación, la secesión o el separatismo? Tampoco. ¿Hablaran de las nuevas misiones pedagógicas con el fin de la evangelización patriótica? No, no lo creo. No hablarán de nada. En eso consiste el juego: en que los que hablemos, una vez convenientemente arengados, seamos ustedes y nosotros, que nos echemos las furias de la historia encima y nos recordemos los dolientes cargos que pesan sobre nuestra convivencia común, como vecinos de planta o como vecinos de barrio, según vayan las cosas.

En estos casos, los políticos de la derecha, que son los dos citados, arropados por el empresario de moda, lo que hacen es no poner en peligro el gran negocio que tienen entre manos. Para pegarnos y comprar los libros indicados por el jurado, ya estamos nosotros. Si es que…

Rafael García Rico-Estrella Digital


Rafael García Rico